jueves, 10 de abril de 2014

Barcelona 10 de Abril de 1,976 (Nieblas del Pasado 1)



—Mi niña estás muy guapa —dijo la abuela al verme—. Ese conjunto te sienta muy bien.
Demasiado bien —el tío frunció el ceño—. ¿Por qué no te pones otra cosa?
—George… —la abuela lo miró—. Leonor se ve muy bien, déjala.
—Eso mismo digo —insistió—. Demasiado bien y no quiero que me griten “suegro” en la calle, al menos no todavía, ve a cambiarte cariño yo con gusto te sigo esperando.
—George es suficiente —la abuela perdió la paciencia—. Tú mismo dijiste que Leonor era una señorita ya no es una niña, además me costó mucho convencerla para que saliera no le quites el poco entusiasmo que tiene.
—Está bien —Se resignó—. Vámonos.
Salimos como siempre en nuestro auto privado manejado por Marcos nuestro chofer desde que tengo memoria, mi tío no había querido decirme a dónde íbamos ya que según él quería darme una sorpresa. Cuando pasamos por el redondel de un hermoso parque me sentí muy atraída por él; románticas veredas empedradas, flores por todas partes, acogedora alfombra de grama verde, arboles generosos de regalar su fresca sombra, bancos de madera y una enorme y hermosa fuente en el centro, realmente deseaba pasar un buen rato sola allí y mi tío a pesar de ir con la nariz en el periódico pudo ver mi nostalgia por el lugar;
—¿Te gusta el parque? —me preguntó mirándome por encima de sus lentes.
—Sí, es muy hermoso.
—¿Te gustaría quedarte aquí un rato? yo pasaré a recogerte en media hora, ¿Te parece?
—¡Sí! —Me emocioné.
Marcos detuvo el coche y se apresuró a abrirme la puerta, cuando salí rodee el auto para darle un beso a mi tío;
—Cariño… ¿Sabes qué? —dijo mientras observaba por la ventana hacia todos lados con desconfianza—. Pensándolo bien creo que no es una buena idea.
—Tío estaré bien, no te preocupes, ve a dar tus vueltas yo aquí te espero.
—Pero… —insistía un poco más serio y temeroso escrutando todo a su alrededor.
—No te preocupes, además hay mucha gente paseando, nada va a pasarme.
—Está bien cariño, cuídate —besó mi frente ocultando su nerviosismo—. Volveré lo más pronto posible.
Y mientras observaba el auto alejarse me adentré hacia el parque, era un lugar muy hermoso habían niños jugando en los columpios y corriendo con sus pelotas y sus mascotas, no podía faltar el vendedor de globos y el paletero refrescando a todos con sus helados de deliciosos sabores y sólo hasta ese momento me di cuenta que no llevaba dinero ¡Vaya planchón! Toda una chica de sociedad que no pudo complacerse un antojo. Al caminar un poco más pude ver a las parejas de enamorados sentados en la grama y otros en las veredas mostrando su amor abiertamente a todo el mundo y no pude evitar dejar escapar un leve suspiro por eso, ya que entendí que eso era justamente lo que le hacía falta a mi vida. Me dirigí a la enorme fuente y me incliné para tocar el agua la cual estaba muy fría tanto que estremeció mi piel cuando la toqué, en el fondo habían algunas piedras que supongo la adornaban pero yo imaginé que las más pequeñas seguramente habían sido arrojadas a falta de monedas para pedir deseos por lo que se me ocurrió hacer lo mismo, cogí una pequeña, lisa, blanca y ovalada piedrita que encontré a mis pies y cerrando mis ojos apretándola con la mano pedí mi deseo y la lancé al agua cayendo justamente donde podía ser vista acomodadamente entre las otras.
Me senté en el borde de la fuente para escuchar por un momento ese relajante sonido del agua al caer y sentir por un momento el impalpable rocío que surgía de los chorros de la fuente y que rozaba mi piel lo que hizo que me diera un poco de frío, pero al momento me di cuenta que era algo más lo que me estaba haciendo estremecer y no precisamente de la frescura sino de calor, pude sentir una mirada sobre mí y sentirme observada lo que me inquietó mucho. Dirigí mi vista hacia muchas partes pero no lograba ver nada fuera de lo normal hasta que lo vi a través de la distorsionada imagen del agua al caer; era un joven sumamente guapo que estaba parado firmemente al otro lado de la fuente, con sus manos metidas en las bolsas de su pantalón observándome o mejor dicho, estudiándome con insistencia sin despegar sus ojos de mí. Nuestras miradas se habían cruzado deteniendo el tiempo y existiendo sólo él y yo, teniendo de por medio el refrescante chorro de agua que caía de la fuente y con ese instante me bastó para saber que por primera vez —dejando a un lado mis fantasías de niña con un artista— me había sentido real y tremendamente atraída físicamente por un hombre.
No pude resistir más lo que estaba sintiendo y bajé mi mirada, me giré dándole la espalda mientras trataba de controlar mi respiración ¿Quién era este apuesto joven que me había estremecido con sólo mirarme? Toqué mis mejillas en las cuales sentía un extraño cosquilleo y el calor que mi cuerpo experimentó me sofocaba y deseaba con todas las fuerzas poder refrescarme en la fuente o en último caso, me lamentaba a parte del dinero tampoco haber llevado un abanico, el aire fresco me hubiera ayudado mucho en ese momento. Cerré mis ojos pensado en él y me giré tímidamente de nuevo para verlo pero para mi desagradable sorpresa él ya no estaba, lo busqué intensamente con la mirada pero se había ido. ¿Habría sido una alucinación producto de mis deseos? No creí conocer unos ojos, una boca, un gesto y una mirada más atractiva y deseable que mi querido Camilo ¿Estaría soñando? Fruncí el ceño pensando en lo que había sucedido, arrugué mi nariz, hice un puchero, torcí la boca y me levanté del borde de la fuente un tanto desilusionada, no sabía si había sido real o mi imaginación, consideré seriamente dejar de ver tantas fotografías de él en las revistas porque me estaba afectando, pero la imagen que había visto aunque seguramente pude haberla asociado no se parecía mucho a él, aunque me costaba admitirlo, debía de reconocer que estaba mucho mejor. Caminé en dirección a una de las veredas no sin antes mirar de nuevo hacia la fuente, sacudí mi cabeza, apreté los puños y cuando me giré para seguir caminando al primer paso que di choqué con él quedando atrapada en sus brazos;

—Hola —me saludó con una voz sumamente varonil y armoniosa mientras levantaba su mano derecha—. ¿Puedo obsequiarle esta flor?
Mientras tenía mis ojos y mi boca abiertos por la impresión de verlo y sentirlo, realmente me había quedado en shock, era más hermoso ya de cerca, creí que sólo mi artista favorito y uno que otro actor eran los hombres más bellos que había visto pero éste, superaba al cien por ciento las expectativas, demasiado hermoso para ser real.
No supe cómo reaccionar debido a la impresión del momento, estaba hipnotizada por sus bellos y cristalinos ojos azules y el estar en sus brazos, me paralizó por completo haciendo que mi cerebro dejara de funcionar, clavé mis ojos en los suyos y no supe que contestar;
—¿Señorita se encuentra bien? —preguntó de nuevo con esa voz que me hacia derretirme como la mantequilla en el pan caliente, él seguía sosteniendo la flor.
—Sí, gracias —contesté cuando logré reaccionar sacudiendo la cabeza articulando lo primero que se me ocurrió.
—Le preguntaba si podía obsequiarle esta flor.
—No estoy acostumbrada a recibir regalos de un desconocido —intenté hablar con un aire de orgullo mal fingido—. Pero creo que esta hermosa flor se echaría a perder ya que no está en la planta por lo tanto la acepto, gracias.
Tomé entre mis manos el tulipán rosa sin bajar mi mirada de la suya, sintiendo que inconscientemente le rocé sus dedos con los míos lo cual esperaba que no lo interpretara mal pero creo que era más que evidente, que ambos nos habíamos estremecido al contacto.
El estar así con él en sus brazos y sin poder moverme era una sensación que jamás creí sentir o al menos no tan pronto, parecía que habíamos encontrado en el uno lo que faltaba en el otro y estando así en fracción de segundos y a la vista de todos parecía que el tiempo se había detenido sólo para nosotros, no mirábamos ni escuchábamos nada más, todavía seguía en sus brazos y no quería moverme para nada, sentía que las piernas no querían responderme;
—Es usted muy bella señorita, una digna representante del sexo femenino, sin duda una criatura casi mitológica que representa la máxima expresión de la belleza que nos vuelve locos y que ansiamos encontrar.
—¿Disculpe? —Regresé a la tierra, reaccionando y separándome de él.
—No se asuste, sólo he dicho la verdad.
Tengo que irme.
—Perdón por mi falta de delicadeza —insistió—. Discúlpeme si la ofendí.
—No, no lo hizo —estaba un poco desconcertada—. Es sólo que sus palabras… no, no se preocupe, ¿Nos hemos visto antes?
—No, no lo creo —hablaba y me hipnotizaba con sus bellos ojos a la vez—. De haber sido así su casa estaría llena de flores y de cartas de amor y yo tendría a la dueña de mi corazón, algo de lo que hasta ahora me doy cuenta.
Definitivamente este hombre estaba decidido a evitar que cerrara la boca y que dejara de verlo, se había propuesto a hacer que me derritiera por sus palabras, pero mostré resistencia y continué como si nada aunque no sintiera mi cuerpo;
—Entonces… si no nos habíamos visto, ¿Por qué me mira así? ¿Por qué me observaba con tanta insistencia en la fuente?
—Simplemente porque es usted muy hermosa, no creo que tenga nada de malo, hay algo especial en su persona que me atrajo, es muy diferente y además es imposible no verla, no pasa desapercibida.
—Gracias… ¿Señor…?
—Leopold o Leopoldo como prefiera llamarme.
Mucho gusto y ahora debo irme.
—¿No va a decirme su nombre? —preguntó sosteniendo mi mano.
Esa sensación de sentir su piel con la mía me había activado todos los músculos del cuerpo y hasta los que no conocía, el calor sofocante se apoderaba de mí otra vez y tratando de contener mi respiración acelerada para que no se diera cuenta de lo que me hizo sentir le contesté;
—Leonor, me llamo Leonor.
—Es un enorme placer conocerla, Leonor —besó mi mano caballerosamente—. Encantado, tiene usted un precioso nombre que sin duda nunca olvidaré.
¡Dios! Su voz y su manera de ser me estaban provocando cosas que nunca había sentido y las mariposas en mi estómago comenzaron a sentirse revolucionando todo cuando en ese preciso momento, escuché el claxon del auto y supe que mi tío ya había regresado y estaba esperándome;
—Debo irme Leopoldo, ya vinieron a buscarme y de nuevo mucho gusto en conocerlo, ¡adiós!
—El placer ha sido todo mío —besó mi mano de nuevo—. Hasta pronto.
De nuevo su boca sobre mi piel me hacía sentir que me iba a dar algo y estaba a punto de perder el conocimiento y quedarme en sus brazos, con una ligera sonrisa me alejé de él mientras él no se movía y no dejaba de observarme.

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