—¡¿Usted?! —dijimos ambos al mismo tiempo mirándonos fijamente.
Loui no entendía nuestra actitud y se sorprendió por
lo mismo;
—¿Se conocen? —preguntó levantando una ceja.
Mis ojos no podían estar más abiertos en ese momento y
el tipo estaba hipnotizado mirándome fijamente sin poder decir nada, no
podíamos disimular, estábamos más que sorprendidos y tampoco podíamos
distinguir si la sorpresa era agradable o no;
—Creo que… —comencé a decir.
—A sus pies
majestad. —Reaccionó anticipadamente tomando mi mano y
besándola.
—Te presento a
Constanza Waldemberg, reina de Bórdovar. —Loui se
limitó a hacer las presentaciones sin entender lo que pasaba.
—Constanza
Norman… —interrumpí contradiciendo a Loui—. De… Waldemberg.
Sentí la mirada inquisidora del rey de nuevo, eso no
le había hecho gracia;
—Mucho gusto —dije disimuladamente.
—Es un enorme
placer para mí conocerla. —Me reverenció sin soltar mi
mano.
Nuestras manos estaban heladas y el nerviosismo las
hizo transpirar, mi corazón palpitó aceleradamente y trataba de contener mi
respiración normal. El tipo a pesar de tener una piel blanca estaba más pálido
que un papel;
—Amor mío te
presento al doctor Dylan Schneider —dijo Loui con
seriedad—. Médico veterinario y un buen
amigo mío de estudios.
—Mucho gusto en
conocerlo doctor y bienvenido a Bórdovar, bienvenido al Ange Château.
—Dylan y yo fuimos compañeros —continuó—, nos conocimos
durante el servicio militar en Inglaterra, a él le apasiona volar
pero su vocación y amor por los
animales lo llevó a estudiar veterinaria y es por eso que está aquí. ¿Nos sentamos a la mesa?
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A pesar de tratar de estar en todo, no dejaba de
observar el nerviosismo de Dylan, era muy evidente y ni siquiera había probado
completamente el almuerzo, el chiste fue cuando una de las mucamas le ofreció
un aperitivo;
—¿Desea ensalada
de huevos con galletas de soda, señor?
La expresión de Dylan fue de lo más chistosa, sus ojos
se abrieron al límite y por un momento se retorció en su silla, su cuerpo se
tensó al mismo tiempo que el sudor en su frente se dejó ver, llevó sus manos a
la boca para evitar una sonrisa y sólo se limitó a tomar una copa de agua fría
mientras rechazaba el ofrecimiento con un gesto de su mano, reaccionando al
mismo tiempo para pedirle a la mucama que le trajera una bebida más fuerte. A
todo esto, él pudo darse cuenta después que yo lo estaba observando mientras
tomaba mi copa y la vergüenza que sentía no podía disimularla, su tez blanca
hizo notar su rubor, su cara estaba tan roja como las cerezas del postre;
—¿Te sucede algo
Dylan? —Preguntó Loui un tanto sorprendido al ver a su amigo
en ese estado—. Hasta el momento no has
dicho nada.
—Estoy bien —contestó tratando de disimular—. No
te preocupes.
—¿Seguro?
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