El trabajo
de parto fue muy difícil, estaba muy cansada, ya no tenía fuerzas, sentía que
no podía, me sentía desfallecer.
—Mi niña
una vez más, tú puedes —me decía Tita sujetando mi mano con fuerza y limpiando
el sudor de mi frente y cuello.
—Majestad
es importante un último impulso —escuché que dijo el doctor Khrauss—. Pronto
tendrá a su bebé en brazos.
Pensar en
mi hijo me dio las fuerzas, deseaba verlo, estrecharlo y llenarlo de besos y
ternura, tomé el aire necesario y pujé una vez más con todas mis fuerzas.
Sentía que la espalda se me iba a partir en dos y que todos los órganos se me
iban a desprender, el dolor era insoportable pero pensar en mi bebé fue mi motivación,
ya faltaba poco, dejé mis fuerzas en él, por fin pude dar a luz y al escuchar
su llanto fue mi alivio, el sudor y mis lágrimas se mezclaron.
—Oh es
hermoso —dijo Tita llorando de alegría.
—Así es, un
hermoso y robusto varón, el príncipe heredero por fin nació, bienvenido su
alteza —dijo el doctor Khrauss teniéndolo en sus manos y reverenciándolo a la
vez.
Mi felicidad era indescriptible y no paraba de
reír y llorar a la vez, mi príncipe, mi niño, el heredero, mi Loui ya había
nacido, cumplí con mi deber.