domingo, 31 de julio de 2016

El comienzo de una historia (parte 2)


En el post anterior recordábamos la fecha en la que el primer libro de la saga inició y se conoció la impresión de la protagonista al llegar al lugar, ¿y cómo termina ese primer capítulo? ¿Cuánto tiempo pasa? Volvamos a recordar.



"Ya era 30 de Julio y esa monotonía de hacer lo mismo todos los días me estaba aburriendo y obviamente la rutina puede ser fatal. No podía usar mi teléfono móvil ya que no sólo estaba fuera de cobertura, sino que obviamente no había señal, como tampoco podía usar mi computadora portátil porque corría el riesgo de que me quemaran por hereje o algo parecido, al menos durante el día. Sin internet, estaba desconectada completamente del mundo que conocía, por lo que aprovechaba entonces cargar la máquina durante la noche y en la soledad, mientras todos descansaban, escribía un poco hasta que el resplandor de la pantalla me hacía bajar un sueño pesado. Deseaba escuchar música libremente y sólo podía conformarme con algunas piezas de conciertos que tenía guardadas en la máquina y algunos discos que había traído, los cuales escuchaba con el volumen lo más bajo posible. Deseaba poder escribir libremente durante el día y no podía a menos que fuera en papel. Un día por la mañana, mientras tomaba un refrigerio y leía un libro en el jardín, Randolph se me acercó para hacer una pregunta que no debió hacer;
—Buenos días señorita Constanza. ¿Cómo se siente en su primera semana de estar aquí?
Obviamente notó mi aburrimiento y mi expresión;
—¿Aparte de caminar de mi habitación a la biblioteca todos los días y saberme ya de memoria todos los libros que tienen? ¿Aparte de comer sola todos los días y salir a pasear dentro de los perímetros que también ya me sé de memoria? ¿Aparte de conocer todas las flores y las esculturas que adornan los jardines? —Con mis preguntas sarcásticas Randolph pudo deducir cómo me sentía en realidad, así que sin darle más vueltas al asunto continué—: Aunque el lugar es muy bonito, siento que se ha convertido en una prisión para mí.
—Veo que se siente molesta, su actitud y su tono de voz me lo dice. —No pudo disimular tampoco el suyo, sonaba un tanto desilusionado.
—Randolph, yo puedo tener todas las intenciones de ayudar al príncipe pero sí él no pone nada de su parte, entonces yo nada puedo hacer y de ser así, tendré que regresar por donde vine.
—No, por favor. —Se apresuró a decir. No piense en irse todavía si llegó hace unos días, no sienta que está perdiendo su tiempo. Vea todo esto como si estuviera tomando unas vacaciones.
—¿Vacaciones? —Boquiabierta y sorprendida—. En mis vacaciones yo voy a donde me place y hago todo lo que me gusta, aquí parece que no puedo hacer nada y mi paciencia ya se está agotando.
—Por favor, comprenda que no es fácil para su alteza asimilar la misión por la cual usted está aquí. —Insistió.
—¿O sea que él lo sigue pensando? Creí que al llamarme, él ya estaba seguro de su decisión. El problema, es que le dejan hacer todo lo que quiere como si fuera un niño terco y como un niño caprichoso y malcriado, necesita unas cuantas nalgadas.
 Obviamente mi comentario se había pasado de la raya y reconozco que por mi enojo no medí las palabras. Randolph se sorprendió por mi determinación y mi manera tan liberal de pensar, pero me advirtió que no hiciera esos comentarios delante de la servidumbre y que tuviera mucho cuidado al pensar en voz alta. Me confesó que durante la semana que había pasado, pudo deducir como era yo y no era una mujer que se dejaba dominar, que tampoco era sumisa, que había tratado de acoplarme a las normas y costumbres pero que se notaba, que no lo hacía con gusto. Lo miré fijamente y le agradecí sus consejos, también alabé su manera tan sutil de haberme observado y su espíritu de discernimiento para saber cómo era yo y para conocer mi manera de ser. Pero yo también le advertí, que si en la próxima semana que iniciaba las cosas seguían igual y el príncipe indiferente, tendría que irme porque no estaba dispuesta a seguir perdiendo mi tiempo y tampoco, iba a envejecer esperando que un príncipe se dignara a conocerme, que le dijera eso a él de mi parte y que yo esperaba una respuesta certera para el día siguiente. Esa noche, le pedí a Gertrudis que me subiera la cena a mi habitación y que lo mismo hiciera con el desayuno. No era mi intención desafiar a nadie, pero si iba a comer sola como siempre, entonces lo haría en mi habitación.
No podía dormir. Me sentía impotente y decepcionada al no poder hacer nada por este hombre. No podía creer que alguien que había tenido todo en la vida, no le importara nada. Pensaba en el pobre perro que lo acompañaba y en la tortura que sería para el pobre animal soportar ese encierro, en fin yo ya estaba decidida y si las cosas no cambiaban me tendría que ir. Al no poder dormir me levanté y vi por la ventana un cielo bellamente estrellado, con una luna que alumbraba como el sol y recordé lo hermoso que sería ver todo desde la cúpula de la biblioteca o desde el observatorio. Rápidamente me vestí con mi bata y sin hacer ruido fui a la biblioteca. Subí las escaleras de caracol y contemplé por un momento la belleza del cielo a través de la cúpula, lo cual como pensé, era un espectáculo maravilloso, pero eso no me bastó, así que me dirigí a la esquina opuesta para intentar entrar al observatorio. Al girar el llavín, pude abrir la puerta que para mi sorpresa no estaba cerrada lo cual me extraño, pero la curiosidad me podía más, así que entré con cuidado.
Todo estaba oscuro pero sentía una deliciosa alfombra en mis pies, también había otra cúpula de cristal más pequeña que estaba abierta y parte del telescopio que salía de ella, estaba enfocado en cierta dirección al cielo. Me acerqué para poder ver el espacio que se veía hermoso, no era necesario ajustar el lente, estaba perfecto, parecía que se podían tocar las estrellas y bajarlas. A pesar de estar todo tan oscuro, la luz de la luna alumbraba el interior del observatorio y alcancé a ver la pintura de una mujer, cuyo rostro estaba medio cubierto por un sombrero con flores, su mirada era muy dulce y gentil con una ligera sonrisa. También había muchas otras cosas como cofres, mesas, sillas, cuadros y objetos antiguos y mitológicos que no pude ver bien porque un peculiar sonido me interrumpió; el rugido de un enorme perro negro listo para atacar provenía de un rincón, sus enormes colmillos me estaban amenazando. Me quedé quieta sin saber qué hacer, sabía que si me seguía moviendo el perro me atacaría, así que poco a poco fui retrocediendo de la misma manera en la que había entrado. Cuando le estaba hablando bonito al animal para tranquilizarlo y no me sintiera una extraña, repentinamente un hombre me atacó por la espalda, sujetándome con fuerza y tapándome la boca para evitar que gritara, del susto casi me desmayo, pero tuve fuerzas para forcejear con él. El perro, al ver la acción y el ruido de las cosas al caer, se precipitó de su rincón para atacarme, pero su dueño le ordenó con voz firme que se quedara quieto y al instante obedeció. Mientras yo deseaba soltarme y ver a mi atacante, éste me sujetó con más fuerza lastimándome la espalda;
—Quédate quieta. —Susurró en mi oído.
 No sabría como describir su voz, era muy grave, muy ronca y autoritaria como de un hombre ya bastante maduro. Accedí a ya no forcejear más porque estaba adolorida, pero aún así él no me soltó. Me advirtió que no gritara para poco a poco ir quitando su mano de mi boca. Trataba de respirar con tranquilidad pero no podía, prácticamente jadeaba con la boca abierta cuando me soltó, necesitaba respirar de cualquier manera. Deslizó sutilmente su mano que tapaba mi boca hasta mi cuello, sujetándolo y susurrándome al oído con un tono amenazador preguntó;
 —¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué no has obedecido? Sabes que este lugar está prohibido.
La verdad no sabía que responder. Estaba muy asustada. Sentía su aliento caliente y su lenta respiración en mi cuello como si estuviera olfateándome detenidamente, para luego morderme. No sabía cómo interpretar eso, sólo creía que en cualquier momento me arrancaría la cabeza. Sonaba muy enojado, así que le dije la verdad;
—Lo siento. Sentía curiosidad por el lugar y lo bonito que sería ver el espacio, esta noche desde aquí.
 Su ardiente respiración sobre mi cuello me estaba aterrando y con una amenazadora voz de furia conteniéndola, siguió hablándome;
—¿No sabes lo que les pasa a los que desobedecen mis órdenes?
—No, no lo sé. —Tratando de contener la conciencia le contesté.
 Estaba temblando de miedo y los nervios, más el dolor que sentía, hacían que ya no pudiera respirar más. Así que sólo sentí que perdí el conocimiento y me desvanecí sin recordar nada más, hasta que me desperté por la mañana sin saber si había soñado o no. Pero al día siguiente, el gran dolor en la espalda me impidió levantarme, así que supe que no había soñado lo que pasó. Había estado en los brazos de un desconocido, de un hombre y no uno cualquiera. Tenía miedo de ser castigada por mi desobediencia y sólo esperaba su decisión. Sabía perfectamente con quien me había encontrado y literalmente había estado en los brazos del príncipe."

No hay comentarios:

Publicar un comentario