Quienes han leído mi saga saben que lo que más van a encontrar son fechas y más porque juego con el pasado y presente y fue algo que quise dejar bien claro así me evito reclamaciones, no basta tener tu mapa en la cabeza, no hay que confiarse, la memoria puede fallar así que ayudándote de una libreta te va mejor, yo prefiero mi hoja de papel y lápiz a lo que puede estar en la compu porque lo primero te puede perdurar años y años y lo segundo ya depende de la máquina o de tus discos quemados.
Así que recordando que es una fecha especial vengo a compartirla de nuevo, ¿recuerdas como inicia el primer capítulo del primer libro? Pues sí, se trata del inicio de una aventura, en esta fecha Constanza llega a Bórdovar y así comienza la historia vista y narrada a través de ella, ¿Recordamos un poco?
"Era un 23 de Julio cuando llegué por vía aérea y
después marítima, ya que sólo se podía tener acceso a ese lugar por mar, se
trataba de una isla, pero eso no lo supe al principio. Fui llamada con la
misión de darle tutorías al príncipe en arte, música, literatura,
civilizaciones antiguas e historia universal. Su madre le había enseñado estas
cosas desde pequeño y ahora, era el momento para que volviera a retomar todo,
poder salir de su encierro, hacerse cargo de su pueblo y convertirse en rey.
Tal vez sonaba un poco tonto e incrédulo pero así eran las cosas. No me fue
difícil tomar la decisión de irme de mi país, en la primavera que acababa de pasar
había cumplido mis veinticinco años y había estado deseando la oportunidad de
viajar y hacer algo diferente con mi vida. Me dolió dejar atrás muchas cosas y
tuve la sensación, de que pasaría mucho tiempo para que todos los que me
conocían volvieran a saber de mí, o tal vez era yo la que ya no deseaba saber
nada de nadie y ésta, fue la oportunidad que tuve para escapar de la realidad,
a un mundo alejado y diferente a lo que conocía.
Cuando llegué al puerto el calor era sofocante. Mi
piel “canela clara” como me llamaba mi abuela había cambiado de tono, estaba
sonrojada por la temperatura. El rímel y las sombras parecían haberse derretido
y hacían que mi mirada café se volviera más intensa, por lo que tomé una
toallita de papel y observándome en el espejo de mi polvera procedí a
limpiarlos un poco. Llevaba mi cabello negro suelto y alisado pero la humedad
del clima me pasó la factura y mis ondas volvieron a aparecer, por lo que tuve
que sujetármelo y hacerme un moño alto como los de las bailarinas de ballet. Cuando
desembarqué me sorprendió lo que me esperaba; era un carruaje cerrado del siglo
XIX y por un momento creí que se trataba de alguna broma o que estaba soñando,
ya que era un medio de transporte que ahora sólo se podía recordar a través de
las películas y de los museos. Realmente parecía haber dado un paso atrás en el
tiempo;
—¿Señorita
Norman? —Un hombre extrañamente vestido me preguntó, parecía
ser el cochero.
—Sí, soy yo. —Reaccioné un poco desconcertada.
—Bienvenida a
Bórdovar. —Saludándome muy respetuosamente dijo a la vez que
hacía una reverencia mientras las personas encargadas acomodaban mi equipaje—. Soy Beláv Dahrn y voy a llevarla al castillo
de Bórdovar, la residencia oficial del principado y en donde la esperan. —Gentilmente
me extendió su mano y yo respondí el saludo. Creí que sería un simple apretón
como siempre, pero mi sorpresa fue que llevó mi mano a su boca para depositar
un casto beso sobre el dorso. Mi expresión era un poema, obviamente debido la
falta de costumbre de mi parte, estaba sorprendida por la caballerosidad de él
y por su apariencia. Estaba vestido extrañamente con un atuendo de tres piezas;
camisa blanca, chaleco verde oscuro de botones, chaqueta manga larga del mismo
verde del chaleco que llevaba por dentro, pantalón negro y botas negras altas y
muy relucientes. Definitivamente un atuendo muy inusual y más en pleno siglo
XXI, sólo que no quería sacar mis propias conclusiones. No quise interpretar
mal las cosas, ni su gesto pero si esperaba que alguien me explicara el porqué
se vestían así. Él era un hombre ya maduro de contextura gruesa, de piel
blanca, cabello castaño claro y ojos grises y ante su gesto de galantería
esperaba que por lo menos estuviera casado. Luego firmemente como si fuera un
soldado añadió—: ¿Nos vamos?
—Sí, gracias. —Me limité a decir sin saber cómo reaccionar o qué pensar.
Para disfrutar
más del panorama coloqué mis gafas oscuras sobre mi cabeza y subí al carruaje.
El trayecto fue tranquilo y el lugar era hermoso, parecía que se había quedado
suspendido en el tiempo del renacimiento, no conocían la tecnología o al menos
no era permitida. Después me enteré, que el rey estaba haciendo gestiones para
implementar la luz eléctrica y el agua potable para beneficio del pueblo y de
todo el reino, ya que en el castillo, los nobles y algunos sectores del pueblo
y otras regiones, si contaban con una planta de energía que utilizaban solo por
las noches y el alcantarillado obviamente por cuestiones de sanidad. Tuberías
subterráneas, pozos tradicionales de piedra con poleas y enormes tanques de
cisternas, abastecían al reino para gozar de los beneficios del vital líquido.
Pero también deseaba terminar el aeropuerto, haciendo a un lado sus
tradiciones. Al menos había un helipuerto en el castillo y algunos helicópteros
que fueron del rey, pero igual sólo eran para viajar dentro del reino y para
conocer Bórdovar, el mundo sólo tenía acceso al lugar por mar.
Desgraciadamente, las decisiones las tomó muy tarde y el rey murió antes de que
muchas cosas se concretaran, quedando todo a medio hacer y si no había agua y
luz en el lugar, mucho menos telefonía e internet. Daba la impresión, de que no
quería corromper la tranquilidad del lugar con el afán y el estrés del
progreso. Todo transporte era a caballo o a carruajes y para el trabajo las
carretas, hasta la manera de vestir era histórica, por un momento de verdad
sentí que había dado un paso atrás en el tiempo y eso me daba un poco de temor.
Me recibieron en el castillo de Bórdovar como si fuera
de la realeza y el mismo mayordomo del príncipe, estaba esperándome. Era un
señor como de unos cincuenta y cinco a sesenta años, de cabello gris y bien
parecido, al cual no pude evitar compararlo con el mayordomo de cierto súper
héroe, debido a su traje —frac—, gris muy oscuro, tan propio y formal y a su
manera tan correcta al expresarse. Su piel blanca y sus ojos color miel con una
extraña y casi imperceptible aureola de azul grisáceo cristalino en el borde
del iris, me hacían deducir que había sido un hombre muy guapo en su juventud;
—Bienvenida
señorita Norman. —Muy amablemente me
dijo mientras extendía su mano y me ayudaba a bajar del carruaje—. Me llamo Randolph Lawrence Stevenson,
originario de Australia y soy el responsable de que usted esté aquí. Soy el
mayordomo de su alteza y en su nombre le agradezco el haber aceptado nuestra
invitación, espero que su viaje haya sido placentero y que también haya
disfrutado del paisaje.
—Sí, gracias. —Le dije un poco asustada—. Gracias
por la invitación y por favor, llámeme Constanza.
—Y usted puede
llamarme Randolph. —Me dice a la vez que besa mi mano, mostrándome una
leve sonrisa—. Sé que debe de estar muy
cansada, pero antes que nada permítame darle un pequeño recorrido por el
castillo, para que vaya familiarizándose con todo lo que será su entorno de
ahora en adelante. Los sirvientes se encargarán de llevar el equipaje a su
habitación.
“Lo del beso en
la mano debe de ser costumbre” —pensé tratando
de encontrar explicación.
—Está bien, como
usted quiera. —Reaccioné sin poder decir nada más a todo lo que
había dicho.
Me dio un tour por todo el imponente lugar y yo estaba
más que fascinada. A simple vista el exterior parecía una mezcla de Hampton
Court, el castillo de Leeds y Windsor de Inglaterra, solo que de un color café oscuro todo,
pero imaginarme a Enrique VIII me asustó más. El interior del castillo parecía
un sueño, arquitecturas góticas, medievales, barrocas y clásicas decoraban el
lugar con finísimos acabados. Era una completa galería de arte coleccionando
esculturas y pinturas de los antepasados que formaron parte de la historia de
Bórdovar. Una bella pintura del apuesto caballero Lohengrin, llegando en su
extraña barcaza arrastrada por un cisne decoraba una de las paredes del
vestíbulo y al entrar, lo primero que se veía era un emblema real, —que no era
el oficial—, el cual tenía una espada, un cuerno y un anillo símbolos del
caballero cisne. Los enormes jardines lucían una hermosa, fina y suave hierba
de un precioso color verde muy bien cuidada, en donde se apreciaban también
algunas estatuas de la mitología griega que adornaban el panorama. Rebosaban de
toda clase de flores y de maravillosas e impresionantes fuentes de agua, que
podían igualar o superar a cualquier famoso palacio o castillo de Europa.
Después me presentó a la dama que iba a estar a mi disposición, era una señora
como de unos cuarenta y tantos años que se llamaba Gertrudis Leffner, vestida
como una dama de principios de siglo XX, con blusa blanca de botones hasta el
cuello, manga larga y falda gris oscuro larga hasta el suelo. Su estatura no
tan alta, su contextura ni tan gruesa ni tan delgada, —en su figura se notaba
el corsé—, de cabello castaño oscuro casi negro y sujetado por un moño alto, no
era de piel blanca pero si de un tono medio muy bonito, de ojos cafés, nariz fina y boca de labios carnosos pero
finos a la vez. Se miraba bien físicamente para su edad. Se notaba que al igual
que Randolph era muy propia, hasta para caminar, pero intentó mostrarme una leve
sonrisa también, seguramente para hacerme sentir mejor, ya que todo lo que
había visto y sentido hasta ese momento, no me había hecho sonreír. También me
presentó a diez mucamas más para todo lo que se me ofreciera, estaban alineadas
con un impecable uniforme gris con delantales blancos y redes tipo pañoletas
del mismo color en la cabeza. Obviamente también con un cuello alto y falda
larga hasta los tobillos. No quise imaginar lo que llevaban debajo de toda esa
ropa, es más, me aterraba pensarlo. No era posible que la ropa interior también
fuera de época, eso sería demasiado. —“¿Cómo
soportaban el calor?” —me preguntaba en ese momento con incomodidad.
Después me mostró mi habitación la cual me sorprendió el lujo que representaba,
jamás pensé estar en un lugar así en la vida real. Era grande para mi gusto y
muy hermosamente decorada al estilo barroco, con bellos y románticos tapices
florales que cubrían las paredes. La cama, que estaba ubicada exactamente
frente a la puerta era más grande que una matrimonial y era una completa obra
de arte, cuyos respaldares de terciopelo color vino tenían dorados y brillantes
bordes estilo rococó, lo que supongo era oro. Un hermoso dosel con finas gasas
blancas que caían, decoraban la cama y mesas de noche de madera fina, la
adornaban a cada lado con tiernas lámparas sobre ellas. Los edredones y las
sábanas que cubrían el colchón y las almohadas eran de ensueño, la más fina
seda que había sentido. Toda la cama estaba sobre una acogedora alfombra de
bello diseño, era una completa fantasía y cómodamente arreglada para producir
el más placentero de los descansos. Todo en la habitación era de exquisito
gusto y me sentía una verdadera princesa, al saber que dormiría allí quien sabe
por cuánto tiempo. A la derecha de la cama había un cómodo sillón y en esa
misma pared estaba una gran ventana que daba a un pequeño balcón, la cual
estaba adornada con bellas cortinas sujetadas con cordones y borlas colgantes
de hilo dorado. A la izquierda de la cama, había un tocador blanco de triple
espejo adornado con un hermoso y fino florero de cristal, luciendo un colorido
ramo de diversos tipos de flores que me daba la bienvenida. En una pequeña
sala, cómodos sillones sobre una fina alfombra persa era un bonito rincón,
había un canapé estilo Luis XV cerca de la ventana y un hermoso biombo de
madera pulida con diseños florales de vitral, adornaba cerca del armario. Un
bellísimo candelabro de bronce, con cristales colgando, decoraba junto con
pinturas el techo. Hermosos cuadros paisajistas decoraban las paredes y uno de
ellos, una escena de bosque, me parecía particularmente grande que bien podía
esconder algo. Todos los finísimos acabados que podía ver, no terminaban de
adornar la habitación. Era algo extravagante y jamás pensé que un ambiente así me
rodearía, me sentía como si de pronto estuviera envuelta en un capullo de seda,
terciopelo y satín. Literalmente, mi cuerpo descansaría sintiendo el placer y
la suavidad del tafetán. Una puerta, a unos cuantos pasos del lado derecho de
la cama, era enorme guardarropa que parecía el cubículo de alguna tienda y al
lado izquierdo, a unos pasos después del tocador, estaba la puerta de un
hermoso y acogedor cuarto de baño tapizado con el más fino mármol que se pueda
imaginar, el cual tenía un extraño y exquisito aroma a todas las sales, velas,
pétalos y esencias que ni siquiera sabía que existían, lo cual terminó de completar
el tour. Randolph me enseñó los horarios y las actividades diarias a realizar y
una cosa más que me sorprendió mucho, si quería permanecer allí debía de
acostumbrarme a su ambiente, o sea que yo tenía que cambiar algunas de mis
costumbres y no tratar de cambiar las de ellos. Una de ellas era mi forma de
vestir, no podía usar la ropa que llevaba por ningún motivo, —mi estómago se
encogió y mente gritó un “NO” que llegó hasta el cielo—, por lo que una persona
experta ya estaba lista para actuar. La explicación que necesitaba la
experimentaría en carne propia e hice todo lo posible por no arrugar la cara y
que todos notaran mi incómoda expresión. Odiaba los vestidos, dejé de usarlos
desde los nueve años, no era posible que esto me estuviera pasando. No podía
creerlo. Yo había llegado al castillo usando mi ropa lo más cómoda posible;
pantalón vaquero azul oscuro, una blusa blanca de mangas cortas, de botones
perlados y con cuello en forma de V adornado por delicados encajes. Llevaba una
chaqueta negra manga larga muy formal, la cual ya me había quitado debido al
calor y unos botines negros de gamuza con tacón medio, terminando de hacer
juego con mi atuendo, mi habitual bolso de mano de cuero, también de color
negro. Por lo que al verme así, se me tomó todas las tallas, las medidas
corporales y de calzado y de inmediato una persona encargada se fue a comprarme
un guardarropa nuevo. Cuando regresaron con todo me asombré mucho, todo era con
la moda de vestidos largos como se usaban a finales del siglo XVIII o a
principios del XIX, acompañados por chales, con sus respectivos guantes de seda
o encajes, —largos de brazo completo o cortos a las muñecas, cuando la ocasión
lo ameritaba—, abanicos, sombreros, bolsos de tela con encajes, cintas y
cordones de terciopelo que se ajustaban a las muñecas de las manos, su par de
zapatos y botines correspondientes, corsés y medias con encajes superiores, las
que me parecieron muy románticas, —al menos podía conservar mi actual ropa
interior y de dormir, lo que me dio mucho alivio—. Tenía que presentarme al
príncipe como correspondía y darse cuenta, de que estaba dispuesta a someterme
a sus costumbres para lograr su aceptación. No podía dirigirme a él a la hora
que yo quisiera, sino esperar a que él decidiera recibirme y tenía que pedir el
permiso correspondiente si quería salir a pasear, siempre y cuando, fuera con
mi dama de compañía. Como invitada del príncipe, ahora estaba bajo su
protección y él era el responsable de mi persona mientras estuviera yo aquí,
bajo su techo y bajo el cielo de su reino."
Esto es sólo un fragmento sobre la impresión de Constanza cuando a medida que conocía todo también comenzaba a sentirse extraña. Algunas personas piensan que es un error comenzar una historia describiendo todo y que se debe de hacer poco a poco pero ese es otro asunto que poco me gusta, no tener como dije una idea -al menos vista- desde el personaje o narrador es como estar en nada, yo necesito ubicarme desde el principio dónde estoy y cómo es el lugar para entonces sin problemas seguir leyendo ya sintiendome más familiarizada (obvio sin abusar de descripciones excesivas que muchas veces son mero relleno.) No se trata de que cuentes toda la historia en el primer capítulo pero si al menos la descripción del entorno del personaje que lleva la voz en el momento es muy importante.
Y para contestar algunas preguntas quizá te interese leer estos dos post en relación a la temática de la saga, haz click primero aquí y luego aquí.
P.D. Los años en los que transcurre la historia contemporánea todavía me los reservo hasta que toda la saga esté publicada y hasta entonces podrán saberse. ;)
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