Hoy es una fecha especial ¿lo saben? las que han leído sí y se trata del cumpleaños de Ludwig Waldemberg, el que fue Príncipe de Bórdovar y ahora es Rey, para él su cumpleaños volvió a tener sentido cuando Constanza ese mismo día (sin saberlo) aceptó casarse con él por lo que en el segundo libro de la saga pueden leer que la fiesta de compromiso se celebra el mismo día que el cumpleaños del entonces príncipe y aunque Constanza narra como fueron los sucesos en los años siguientes, es hasta en el cuarto libro donde volvemos a leer una escena del cumpleaños del rey, ¿la recordamos?
Me giró y nos
besamos intensamente, pegó mi frente a la suya y sonreímos en complicidad, cuando
salí del armario volví a ponerme un poco de brillo labial y más perfume, estando
lista salimos de la habitación a la vez que me ponía los guantes por el camino,
bajamos juntos al salón principal donde ya estaban congregadas varias personas
y todos comenzaron a aplaudir nuestra aparición. Loui y yo comenzamos a saludar
a los invitados uno por uno y mientras él fue llamado aparte por uno de los
miembros del consejo yo me reuní con Randolph, Regina, Jonathan y Dylan que ya
habían saludado al cumpleañero;
—Deslumbrante como siempre majestad —me dijo
Randolph besando mi mano.
—Gracias —le dije un poco ruborizada—. Le agradezco infinitamente toda la ayuda que me proporcionó este día.
—Es un placer, además se trata nada más y nada menos que el trigésimo
tercer cumpleaños del rey y gracias a usted ahora ya no pasa desapercibido.
—Hasta ahora el cambio de Ludwig me parece mentira —dijo Dylan mientras se acercaba y besaba mi mano—. Y déjeme decirle que Randolph se ha quedado
corto con el halago, ahora entiendo el cambio de Ludwig, ante una mujer como
usted cualquiera cambiaría, ese es un poderoso motivo para no volver a ser el
mismo.
Las palabras de Dylan me habían ruborizado aún mas, le
agradecí su amabilidad siempre yéndome por la tangente. Randolph lo miró
seriamente al igual que Jonathan quien también aprovechó la oportunidad para
saludarme como es debido, siempre mostrando ese respeto en el que escudaba sus
sentimientos. No quería pecar pensando otra cosa, pero su mirada lo delataba,
estaba segura que seguía sintiendo algo por mí y eso comenzó a asustarme;
—Regina tú también estás muy guapa —le dije
dándole un beso en la mejilla—. El
embarazo te sienta muy bien.
—Gracias Constanza, espero que siga así por los meses que restan, el
bebé no ha molestado, creo que será muy tranquilo, creo que se parecerá mucho a
mí.
Mientras estábamos reunidos algunos nobles nos
saludaron y entablaron conversación, me sentía satisfecha por cómo se estaba
llevando a cabo todo. La torta del rey era una bellísima obra de arte que Tito
se esmeró en hacer, moldeada de forma hexagonal la torta base era enorme,
seguida por columnas con diseño griego, hasta llegar a la torta más pequeña al
final que coronaba con un moño hecho con pasta de chocolate y adornado con
fresas. Todo el pastel estaba cubierto con una muy bien elaborada pasta de
chocolate, adornada con fresas y listones del mismo chocolate que lo hacía ver
precioso, la torta estaba hecha de vainilla y chocolate así que su sabor era
sumamente delicioso. Los sirvientes vestidos con sus uniformes de etiqueta
servían aperitivos y vinos, el champagne estaba reservado para el brindis en la
cena. Mientras toda la familia entablaba conversaciones con algunas personas,
yo sentía sobre mí las miradas de Loui, lo busqué sin poder disimular la falta
que me hacía estar junto a él y entonces lo vi, estaba rodeado de algunos
nobles que son parte del consejo del parlamento y mientras seguramente hablaban
de negocios y planes a futuro, él me miraba a mí, degustaba sutil y
sensualmente su copa de vino al mismo tiempo que clavaba sus ojos en mí,
recordé la escena que su madre describió en su diario cuando invitó a comer al
rey Leopoldo y entonces la entendí perfectamente cuando dijo que deseaba ser
esa copa que sus labios tocaban y que la escena le había parecido muy “sensual”
Loui era un hombre muy sensual, su atuendo de impecable esmoquin lo hacía ver
muy deseable, su cabello húmedo y peinado hacia atrás le llegaba un poco más
abajo de sus oídos, al principio de su cuello, al ver su mirada insistente en
mí sólo pude pensar una cosa; deseaba estar en sus brazos, arrancarle la ropa,
alborotarle el cabello, hacer que me tocara de nuevo y besarlo con
desesperación hasta perder el aliento. No había duda que nuestras miradas
recordaban lo que hacía un momento había pasado y comencé a ruborizarme aún más
con sólo pensarlo y peor aún, las piernas me comenzaron a temblar de nuevo.
Necesitaba beber algo muy helado, me sentía un termómetro en su punto más alto
y listo para estallar, ese hombre me controlaba con sólo mirarme, me sentía una
frágil marioneta a la que le movían los hilos al antojo del titiritero y en el
momento en que él lo quisiera. El deseo se avivó en mí de nuevo, lo deseaba,
trataba de controlarme para que mi excitación no fuera tan obvia,
definitivamente nunca tendría suficiente de él, nunca iba a saciarme la sed que
me provocaba, nunca dejaría de estar enamorada de él y sentía que nunca dejaría
de amarlo.
El resto de la fiesta continuó de manera normal y daba
gracias a Dios que ese día ya estaba terminando y esa mujer no había llegado.
Suspiré muy complacida sintiéndome victoriosa en ese aspecto, si esperaba
llegar para el cumpleaños del rey mandé sus planes al caño y eso me daba mucha
satisfacción. Después de aperturar el baile como monarcas y de disfrutar unas
cuantas piezas, nos dispusimos a sentarnos a la mesa y a degustar el banquete
preparado;
—Espléndida fiesta majestad, con tan exquisito gusto como siempre —decían algunos nobles.
—Gracias, la verdad todo fue muy rápido y de no haber tenido la ayuda de
mi familia no lo hubiera podido lograr sola.
—Y creo que alguien dijo que sólo sería una reunión familiar —susurró Loui sólo para que yo lo escuchara.
—Perdón amor —tragué en seco y tomé un poco de vino para
disimular—. Creo que a pesar de eso he
sido una niña buena, no creo merecer un castigo.
Su mirada pícara me decía lo contrario y no quise imaginar
lo que pasó por su mente, sabía que le había dicho a Loui que la celebración
sería familiar pero me fue imposible no hacerlo como antes y aunque traté de
inventar miles de excusas, sé que ninguna me valió. Su fiesta de cumpleaños fue
por todo lo alto y me daba gusto que así haya sido, así que si mi rey quería
darme unas cuantas nalgadas por eso, las recibiría gustosa, es más, deseaba que
me tocara de la manera en la que él quisiera, dejaría que hiciera conmigo todo
lo que se le antojara.
El baile continuó un poco más y cuando Regina regresó
con nosotros, Loui procedió a cortar su enorme pastel, me pidió que lo
acompañara y después de partir un pedazo puso un pequeño trozo en su boca y me
pidió besarlo, compartimos el pastel como si se hubiera tratado de una boda y
ese beso con sabor a chocolate me prendió aún más, sentía que ya no podía
resistirme y deseaba que la fiesta terminara, quería ir a la cama con Loui,
quería terminar de darle su regalo, el regalo que a él le gustaba y que siempre
quería, hacerme el amor, deseaba entregarme a él de nuevo apasionadamente y que
me hiciera suya, como sólo él lo sabía hacer. Pasada la media noche el festejo
terminó, poco a poco todos se fueron retirando y hasta que el último dejó el
castillo nos dispusimos a descansar, la servidumbre había llevado a nuestra
habitación una enorme caja con los regalos que Loui había recibido pero
obviamente no los vería hasta el siguiente día, ambos estábamos agotados pero
aún así teníamos la energía necesaria para disfrutar un momento de pasión.
Cuando entramos a nuestra recámara y al fin estuvimos solos su mirada felina se
encendió de nuevo, amaba esa mirada que me excitaba y que me hacía estremecer,
¿Qué poder tenía este hombre sobre mí? Era capaz de provocarme un orgasmo con
sólo mirarme;
—¿Vas a castigarme? —pregunté un tanto asustada.
—¿Debería? —preguntó mientras lentamente comenzaba a quitarse
prenda por prenda.
—No, creo que todo salió muy bien —traté de
controlarme para no arrancarle la ropa de una vez.
—Pero me dijiste que sólo sería…
—Una reunión familiar, lo sé. Pero… ¿Vas a decir que no te gustó la
sorpresa?
—No lo niego, si me gustó, me gusta todo lo que haces. —Se acercó a mí, tocando sutilmente mi cara con la punta de sus dedos—.
Toda tú me encantas y quiero probarte con
fresas y chocolate.
—Mmmm… —musité muy feliz—. ¿Y cómo piensas hacer eso?
—Así… —Me mostró en la mesa un pedazo del pastel bañado con
la mermelada de las fresas.
“¡Wow! Siempre sí voy a hacer mi fantasía realidad” —pensé estremeciéndome.
—Loui… ¿A qué horas…? ¿cómo llegó ese pastel aquí?
—Tengo mis trucos de magia —contestó
mientras me abrazaba y a la vez bajaba el cierre de mi vestido.
—Ya lo veo Houdini —sentía que la temperatura
llegaba al límite—. ¿Hiciste que un
pedazo de la torta se escapara y apareciera aquí? Me encanta tu estilo.
—¿Entonces… le damos un buen uso? —susurró en mi
oído mientras mi vestido caía al suelo.
—Por supuesto —contesté saboreándome sin poder controlarme.
Me aferré a él con fuerza y terminé de quitar su
camisa, lo besé apasionadamente con desesperación como si deseara devorarlo. Sus
manos deseosas recorrieron toda mi geografía e hizo que me prendiera de él a
horcajadas, estaba con mi corsé, mi ropa interior y mis medias de encaje
superiores por lo que al sentirme así, sus manos apretaron mi trasero y me
sostuvo de esa manera penetrándome con sus dedos y jugando en mi intimidad
hasta llevarme a la cama donde caímos y el deseo se volvió más intenso. Nos
besamos hasta perder el aliento y cuando sus besos buscaban mi cuello y los
míos sus hombros se levantó rápidamente para traer el pastel a la cama, nuestras
caricias nos desnudaron completamente y jugamos en nuestros cuerpos (...)