viernes, 4 de octubre de 2013

Selecciones de frases, capítulo 1.



"No me fue difícil tomar la decisión de irme de mi país, en la primavera que acababa de pasar había cumplido mis veinticinco años y había estado deseando la oportunidad de viajar y hacer algo diferente con mi vida. Me dolió dejar atrás muchas cosas y tuve la sensación, de que pasaría mucho tiempo para que todos los que me conocían volvieran a saber de mí, o tal vez era yo la que ya no deseaba saber nada de nadie y ésta, fue la oportunidad que tuve para escapar de la realidad, a un mundo alejado y diferente a lo que conocía."


"Cuando desembarqué me sorprendió lo que me esperaba; era un carruaje cerrado del siglo XIX y por un momento creí que se trataba de alguna broma o que estaba soñando..."


"Me recibieron en el castillo de Bórdovar como si fuera de la realeza y el mismo mayordomo del príncipe, estaba esperándome. Era un señor como de unos cincuenta y cinco a sesenta años, de cabello gris y bien parecido, al cual no pude evitar compararlo con el mayordomo de cierto súper héroe, debido a su traje —frac—, gris muy oscuro, tan propio y formal y a su manera tan correcta al expresarse."


"El interior del castillo parecía un sueño, arquitecturas góticas, medievales, barrocas y clásicas decoraban el lugar con finísimos acabados. Era una completa galería de arte coleccionando esculturas y pinturas de los antepasados que formaron parte de la historia de Bórdovar."


"Después me mostró mi habitación la cual me sorprendió el lujo que representaba, jamás pensé estar en un lugar así en la vida real. Era grande para mi gusto y muy hermosamente decorada al estilo barroco, con bellos y románticos tapices florales que cubrían las paredes."


"Randolph me enseño los horarios y las actividades diarias a realizar y una cosa más que me sorprendió mucho, si quería permanecer allí debía de acostumbrarme a su ambiente, o sea que yo tenía que cambiar algunas de mis costumbres y no tratar de cambiar las de ellos. Una de ellas era mi forma de vestir, no podía usar la ropa que llevaba por ningún motivo, —mi estómago se encogió y mente gritó un “NO” que llegó hasta el cielo—, por lo que una persona experta ya estaba lista para actuar. La explicación que necesitaba la experimentaría en carne propia e hice todo lo posible por no arrugar la cara y que todos notaran mi incómoda expresión. Odiaba los vestidos, dejé de usarlos desde los nueve años, no era posible que esto me estuviera pasando."


"Tenía que presentarme al príncipe como correspondía y darse cuenta, de que estaba dispuesta a someterme a sus costumbres para lograr su aceptación. No podía dirigirme a él a la hora que yo quisiera, sino esperar a que él decidiera recibirme y tenía que pedir el permiso correspondiente si quería salir a pasear, siempre y cuando, fuera con mi dama de compañía. Como invitada del príncipe, ahora estaba bajo su protección y él era el responsable de mi persona mientras estuviera yo aquí, bajo su techo y bajo el cielo de su reino."


"Ya no tenía idea de la decisión que había tomado y ni siquiera sabía en qué lugar del mundo estaba, por lo que ahora, si estaba segura que nadie volvería a saber de mí en un buen tiempo. No sabía lo que me esperaba, todos eran tan serios y sentía que debía mostrarles la misma seriedad."


"Me miraba extraña frente al espejo, siempre había vestido ropa oscura y ese cambio tan drástico me hacía parecer una niñita de cuento y más, por mi peinado en media cola, sujetado por una pinza con forma de rosa. No pude hacer otra cosa más que mover negativamente la cabeza, cerrar los ojos, respirar hondo, contar hasta diez y dejar escapar el aire lentamente de nuevo. Nunca creí verme así."


"En tres horas más o menos me entrevistaría con el príncipe y el corazón comenzaba a acelerarse más a medida que pasaban los minutos."


"Me dejó sola en aquel enorme salón y al ver que había un gramófono busqué discos que pudiera escuchar, encontré a Bach, Mozart, Beethoven pero resultó que el aparato era una pieza de arte más y ya no servía, así que no sería una hora de lectura con complacencias."

"Sentía que el corazón se me iba a salir del pecho, las piernas me temblaban horrible y sentía que en cualquier momento no me iban a responder, estaba más helada que un tempano, sentía que no podía respirar y de repente sentí que el cuerpo se me calentó drásticamente."


"No sabía lo que tenía que hacer, ni como tenía que actuar, no sabía cómo era él ni como me recibiría, no sabía que decirle ni siquiera sabía si debía mirarlo, no tenía idea en el lío que me había metido y mucho menos en cómo salir. Decidí tranquilizarme, antes de que mi corazón y mi cerebro dejaran de funcionar de un solo golpe y de perder el conocimiento."


"Le dolía volver atrás a sus recuerdos y es por eso, que se escudaba en un caparazón de hierro impenetrable a todo ser humano, no podía amargarse siendo joven todavía. Había recibido mucho y debía de dar mucho también."


"A todo esto, no me había percatado que desde una de las ventanas, el príncipe me estaba observando. Terminé el refrigerio y el saber que podía ir a montar me dio ánimos después del mal rato que pasé, así que rápidamente fui a mi habitación a cambiarme de ropa."

"El montar como los hombres no estaba bien visto, por lo que me pidió aceptar la costumbre de montar como las damas, el problema era la incomodidad, pero tenía que recordar donde estaba así que apretando la mandíbula acepté. Al menos me recogí el cabello y me hice mi habitual moño, —que extrañaba mucho—, porque no soportaría el calor con el cabello suelto." 


"—¿Conoce usted a su alteza? —Sin poder resistir la curiosidad le pregunté a Gertrudis.
 —Casi no, rara vez lo he visto y a distancia. —Se limitó a contestar.
—¿Cómo es? —Insistí tratando de romper el hielo y la seriedad.
—Es hombre joven, propio para su edad, pero muy retraído. Sus órdenes se hacen saber a través del señor Randolph, parece que disfruta su encierro y no tiene amistad con nadie, más que con su perro.
¿Pero y sus deberes?
—Toda decisión, por el bien del estado se hace a través del señor Randolph. En otras palabras, él es el vocero entre el pueblo, los ministros, el parlamento y el príncipe. Más que un mayordomo, es la persona más poderosa después de él, pero es muy sabio y no abusa de su poder, al contrario si no fuera por el señor Randolph no habría nadie en el castillo y el príncipe, estaría solo con su perro peor que un ermitaño.
—Ya veo. —En voz baja musité un tanto pensativa."
 
"Entre paseos en los jardines, cabalgatas a caballo por los alrededores, horas y horas de lectura en la biblioteca, —sin poder entrar al observatorio—, pasó una semana sin conocer al príncipe, sin realizar mis actividades como tutora y sin el permiso para ir a conocer el pueblo. Ya era 30 de Julio y esa monotonía de hacer lo mismo todos los días me estaba aburriendo y obviamente la rutina puede ser fatal."


"—Randolph, yo puedo tener todas las intenciones de ayudar al príncipe pero sí él no pone nada de su parte, entonces yo nada puedo hacer y de ser así, tendré que regresar por donde vine.
—No, por favor. —Se apresuró a decir. No piense en irse todavía si llegó hace unos días, no sienta que está perdiendo su tiempo. Vea todo esto como si estuviera tomando unas vacaciones.
—¿Vacaciones? —Boquiabierta y sorprendida—. En mis vacaciones yo voy a donde me place y hago todo lo que me gusta, aquí parece que no puedo hacer nada y mi paciencia ya se está agotando.
—Por favor, comprenda que no es fácil para su alteza asimilar la misión por la cual usted está aquí. —Insistió.
—¿O sea que él lo sigue pesando? Creí que al llamarme, él ya estaba seguro de su decisión. El problema, es que le dejan hacer todo lo que quiere como si fuera un niño terco y como un niño caprichoso y malcriado, necesita unas cuantas nalgadas.
 Obviamente mi comentario se había pasado de la raya y reconozco que por mi enojo no medí las palabras. Randolph se sorprendió por mi determinación y mi manera tan liberal de pensar, pero me advirtió que no hiciera esos comentarios delante de la servidumbre y que tuviera mucho cuidado al pensar en voz alta."

"No podía dormir. Me sentía impotente y decepcionada al no poder hacer nada por este hombre. No podía creer que alguien que había tenido todo en la vida, no le importara nada. Pensaba en el pobre perro que lo acompañaba y en la tortura que sería para el pobre animal soportar ese encierro..."

 "Subí las escaleras de caracol y contemplé por un momento la belleza del cielo a través de la cúpula, lo cual como pensé, era un espectáculo maravilloso, pero eso no me bastó, así que me dirigí a la esquina opuesta para intentar entrar al observatorio. Al girar el llavín, pude abrir la puerta que para mi sorpresa no estaba cerrada lo cual me extraño, pero la curiosidad me podía más, así que entré con cuidado."

"...Un peculiar sonido me interrumpió; el rugido de un enorme perro negro listo para atacar provenía de un rincón, sus enormes colmillos me estaban amenazando." 


"Mientras yo deseaba soltarme y ver a mi atacante, éste me sujetó con más fuerza lastimándome la espalda;
—Quédate quieta. —Susurró en mi oído."


"Su ardiente respiración sobre mi cuello me estaba aterrando y con una amenazadora voz de furia conteniéndola, siguió hablándome;
—¿No sabes lo que les pasa a los que desobedecen mis órdenes?
—No, no lo sé. —Tratando de contener la conciencia le contesté."

No hay comentarios:

Publicar un comentario