"No me fue
difícil tomar la decisión de irme de mi país, en la primavera que acababa de
pasar había cumplido mis veinticinco años y había estado deseando la
oportunidad de viajar y hacer algo diferente con mi vida. Me dolió dejar atrás
muchas cosas y tuve la sensación, de que pasaría mucho tiempo para que todos
los que me conocían volvieran a saber de mí, o tal vez era yo la que ya no
deseaba saber nada de nadie y ésta, fue la oportunidad que tuve para escapar de
la realidad, a un mundo alejado y diferente a lo que conocía."
"Me recibieron en el castillo de Bórdovar como si
fuera de la realeza y el mismo mayordomo del príncipe, estaba esperándome. Era
un señor como de unos cincuenta y cinco a sesenta años, de cabello gris y bien
parecido, al cual no pude evitar compararlo con el mayordomo de cierto súper
héroe, debido a su traje —frac—, gris muy oscuro, tan propio y formal y a su
manera tan correcta al expresarse."
"El interior del castillo parecía un sueño,
arquitecturas góticas, medievales, barrocas y clásicas decoraban el lugar con
finísimos acabados. Era una completa galería de arte coleccionando esculturas y
pinturas de los antepasados que formaron parte de la historia de Bórdovar."
"Después me mostró mi habitación la cual me
sorprendió el lujo que representaba, jamás pensé estar en un lugar así en la
vida real. Era grande para mi gusto y muy hermosamente decorada al estilo
barroco, con bellos y románticos tapices florales que cubrían las paredes."
"Randolph me enseño los horarios y las
actividades diarias a realizar y una cosa más que me sorprendió mucho, si
quería permanecer allí debía de acostumbrarme a su ambiente, o sea que yo tenía
que cambiar algunas de mis costumbres y no tratar de cambiar las de ellos. Una
de ellas era mi forma de vestir, no podía usar la ropa que llevaba por ningún
motivo, —mi estómago se encogió y mente gritó un “NO” que llegó hasta el
cielo—, por lo que una persona experta ya estaba lista para actuar. La
explicación que necesitaba la experimentaría en carne propia e hice todo lo
posible por no arrugar la cara y que todos notaran mi incómoda expresión.
Odiaba los vestidos, dejé de usarlos desde los nueve años, no era posible que
esto me estuviera pasando."
"Tenía que presentarme al príncipe como correspondía y darse cuenta, de
que estaba dispuesta a someterme a sus costumbres para lograr su aceptación. No
podía dirigirme a él a la hora que yo quisiera, sino esperar a que él decidiera
recibirme y tenía que pedir el permiso correspondiente si quería salir a
pasear, siempre y cuando, fuera con mi dama de compañía. Como invitada del
príncipe, ahora estaba bajo su protección y él era el responsable de mi persona
mientras estuviera yo aquí, bajo su techo y bajo el cielo de su reino."
"Ya no tenía idea de la decisión que había tomado
y ni siquiera sabía en qué lugar del mundo estaba, por lo que ahora, si estaba
segura que nadie volvería a saber de mí en un buen tiempo. No sabía lo que me esperaba, todos eran tan
serios y sentía que debía mostrarles la misma seriedad."
"Me miraba extraña frente al espejo, siempre
había vestido ropa oscura y ese cambio tan drástico me hacía parecer una niñita
de cuento y más, por mi peinado en media cola, sujetado por una pinza con forma
de rosa. No pude hacer otra cosa más que mover negativamente la cabeza, cerrar
los ojos, respirar hondo, contar hasta diez y dejar escapar el aire lentamente
de nuevo. Nunca creí verme así."
"En tres horas más o menos me entrevistaría con
el príncipe y el corazón comenzaba a acelerarse más a medida que pasaban los
minutos."
"Me dejó sola en aquel enorme salón y al ver que
había un gramófono busqué discos que pudiera escuchar, encontré a Bach, Mozart,
Beethoven pero resultó que el aparato era una pieza de arte más y ya no servía,
así que no sería una hora de lectura con complacencias."
"Sentía que el corazón se me iba a salir del
pecho, las piernas me temblaban horrible y sentía que en cualquier momento no
me iban a responder, estaba más helada que un tempano, sentía que no podía
respirar y de repente sentí que el cuerpo se me calentó drásticamente."
"No sabía lo que tenía que hacer, ni como tenía
que actuar, no sabía cómo era él ni como me recibiría, no sabía que decirle ni
siquiera sabía si debía mirarlo, no tenía idea en el lío que me había metido y
mucho menos en cómo salir. Decidí tranquilizarme, antes de que mi corazón y mi
cerebro dejaran de funcionar de un solo golpe y de perder el conocimiento."
"Le dolía volver
atrás a sus recuerdos y es por eso, que se escudaba en un caparazón de hierro
impenetrable a todo ser humano, no podía amargarse siendo joven todavía. Había
recibido mucho y debía de dar mucho también."
"El montar como los hombres no estaba bien visto,
por lo que me pidió aceptar la costumbre de montar como las damas, el problema
era la incomodidad, pero tenía que recordar donde estaba así que apretando la
mandíbula acepté. Al menos me recogí el cabello y me hice mi habitual moño,
—que extrañaba mucho—, porque no soportaría el calor con el cabello suelto."
"—¿Conoce usted a su alteza?
—Sin poder resistir la curiosidad le pregunté a
Gertrudis.
—Casi no, rara vez lo he visto y a distancia. —Se
limitó a contestar.
—¿Cómo es? —Insistí tratando de romper el hielo y la seriedad.
—Es hombre joven, propio para su edad, pero muy
retraído. Sus órdenes se hacen saber a través del señor Randolph, parece que
disfruta su encierro y no tiene amistad con nadie, más que con su perro.
—¿Pero y sus deberes?
—Toda decisión, por el bien
del estado se hace a través del señor Randolph. En otras palabras, él es el
vocero entre el pueblo, los ministros, el parlamento y el príncipe. Más que un
mayordomo, es la persona más poderosa después de él, pero es muy sabio y no
abusa de su poder, al contrario si no fuera por el señor Randolph no habría
nadie en el castillo y el príncipe, estaría solo con su perro peor que un
ermitaño.
—Ya veo. —En voz baja musité un tanto pensativa."
"Entre paseos en los jardines, cabalgatas a caballo por los alrededores, horas y horas de lectura en la biblioteca, —sin poder entrar al observatorio—, pasó una semana sin conocer al príncipe, sin realizar mis actividades como tutora y sin el permiso para ir a conocer el pueblo. Ya era 30 de Julio y esa monotonía de hacer lo mismo todos los días me estaba aburriendo y obviamente la rutina puede ser fatal."
"—Randolph, yo puedo tener
todas las intenciones de ayudar al príncipe pero sí él no pone nada de su parte,
entonces yo nada puedo hacer y de ser así, tendré que regresar por donde vine.
—No, por favor. —Se apresuró a decir—. No piense en irse todavía si
llegó hace unos días, no sienta que está perdiendo su tiempo. Vea todo esto
como si estuviera tomando unas vacaciones.
—¿Vacaciones? —Boquiabierta y sorprendida—. En
mis vacaciones yo voy a donde me place y hago todo lo que me gusta, aquí parece
que no puedo hacer nada y mi paciencia ya se está agotando.
—Por favor, comprenda que no es fácil para su
alteza asimilar la misión por la cual usted está aquí. —Insistió.
—¿O sea que él lo sigue
pesando? Creí que al
llamarme, él ya estaba seguro de su decisión. El problema, es que le dejan
hacer todo lo que quiere como si fuera un niño terco y como un niño caprichoso
y malcriado, necesita unas cuantas nalgadas.
Obviamente mi
comentario se había pasado de la raya y reconozco que por mi enojo no medí las
palabras. Randolph se sorprendió por mi determinación y mi
manera tan liberal de pensar, pero me advirtió que no hiciera esos comentarios
delante de la servidumbre y que tuviera mucho cuidado al pensar en voz alta."
"No podía dormir. Me sentía impotente y
decepcionada al no poder hacer nada por este hombre. No podía creer que alguien
que había tenido todo en la vida, no le importara nada. Pensaba en el pobre
perro que lo acompañaba y en la tortura que sería para el pobre animal soportar
ese encierro..."
"Subí las escaleras de caracol y contemplé por un
momento la belleza del cielo a través de la cúpula, lo cual como pensé, era un
espectáculo maravilloso, pero eso no me bastó, así que me dirigí a la esquina
opuesta para intentar entrar al observatorio. Al girar el llavín, pude abrir la
puerta que para mi sorpresa no estaba cerrada lo cual me extraño, pero la
curiosidad me podía más, así que entré con cuidado."
"...Un peculiar sonido me interrumpió; el rugido de
un enorme perro negro listo para atacar provenía de un rincón, sus enormes
colmillos me estaban amenazando."
"Mientras yo deseaba soltarme y ver a mi atacante, éste me sujetó con más
fuerza lastimándome la espalda;
—Quédate quieta. —Susurró en mi oído."
"Su ardiente respiración sobre mi cuello me estaba aterrando y con una
amenazadora voz de furia conteniéndola, siguió hablándome;
—¿No sabes lo que les pasa a
los que desobedecen mis órdenes?
—No, no lo sé. —Tratando de contener la conciencia le contesté."
No hay comentarios:
Publicar un comentario