domingo, 17 de noviembre de 2013

Prólogo, Ocaso y Amanecer 2



Prólogo
Estaba en su habitación, al fin lograría lo que él quería.
Todo estaba oscuro y mi miedo me hacía tener frío. Frotaba mis brazos y cerré mis ojos evitando llorar. Estaba sentada en su cama vistiendo un sensual camisón, largo pero abierto de ambas piernas, con un pronunciado escote que hacía ver casi en su totalidad mis pechos, unos delgados tirantes los sostenían los cuales se cruzaban por mi espalda adornando el escote que llegaba hasta el final de misma. El moño que usaba dejaba caer como siempre algunas ondas sobre mi espalda y el perfume que él mismo me había obsequiado, estaba impregnado en casi toda mi piel, pero para mí al saber el propósito de todo esto me repugnaba. El panty de seda y encajes era casi diminuto, cubría lo que tenía que cubrir de la parte delantera pero nada de la parte trasera, nunca me gustaron ese tipo de prendas, eran incómodas para mí, además siempre pensé que solo cierto tipo de mujeres las usaban y él, que seguramente estaba acostumbrado quería que me viera igual a ellas. La delicada bata transparente del mismo conjunto que me cubría no era suficiente para apaciguar el frío que sentía, no era sólo el clima, eran los nervios que tenía, estaba muy asustada. Pensaba en Loui y en el dolor que sentiría cuando lo supiera, no quería engañarme, sabía que después de esto, él ya no me vería igual. Todo hombre quiere ser siempre el primero y el capricho del príncipe se había cumplido. Estaba en su habitación, sentada en su cama y lista para que él que pudiera satisfacer su lujuria. Puse mi mente en blanco, cerré mis ojos, no quería pensar en nada. Al momento lo sentí entrar y se acercó sigilosamente, subió a la cama y se colocó justo detrás de mí, estaba aterrada no quería abrir los ojos, no quería saber nada, sólo quería que esto pasara rápido y se acabara. Comenzó a inhalar el perfume de mis hombros, de mi cuello, su nariz tocaba el lóbulo de mi oreja, una de sus manos quitó las pinzas que sostenían mi moño y mi cabello cayó a mi espalda, mientras que la otra mano la llevó a mi cintura y  comenzó a desatar el cinto de mi bata, la deslizó por mis hombros tocando y acariciando mi espalda, sentí su nariz inhalando el perfume de mi piel y sus labios besando mi nuca, mis hombros. Un enorme escalofrío recorrió toda mi columna vertebral;
—Acuéstate. —Ordenó.
Como si tuviera piloto automático le obedecí en contra de mi voluntad, era controlador y dominante. Todo estaba muy oscuro, la claridad de la ventana apenas y entraba a la habitación, seguramente las cortinas eran gruesas, pero él no podía ver mi expresión y yo tampoco podía verlo, sólo sentir su ardiente respiración sobre mí, sin duda estaba excitado. Me acosté como quiso sin querer abrir mis ojos, se colocó parcialmente encima de mí e intento besarme, al sentir su nariz buscando la mía, giré mi cabeza hacia la izquierda al sentirlo, lo que hizo que sus labios se posaran en mi cuello, exhaló con fuerza como si estuviera conteniendo su decepción. Continuó besando mi cuello a la vez que bajaba los tirantes del camisón, sus besos bajaron y se convirtieron en lamidas, su lengua recorría ahora el rumbo en busca mis pechos. No quería que me tocara pero lo estaba haciendo, sutilmente su mano se posó en uno de mis pechos el cual estaba duro y erguido y mi pezón muy firme, comenzó a masajearlo con delicadeza y yo no pude evitar que una lágrima rodara por mi mejilla. Su boca lo buscaba y cuando lentamente bajaba disfrutando el aroma y el recorrido, la mano que lo tocaba ahora también bajaba a mi vientre, a mi muslo, a mi pierna. La levantó con fuerza colocándola en su cadera y comenzó a tocar ardientemente mi piel, a medida que subía siguiendo el rumbo que quería su toque se hacía más fuerte, apretando y dejándome su marca a su paso;
Eres exquisita —susurró—,  el aroma y la suavidad de tu piel está volviéndome loco.
Quise ignorar sus palabras e hice de cuentas que no escuché nada, en su locura podría desesperarse el todo este preámbulo se acabaría. Se colocó bruscamente encima de mí, abriendo mis piernas y colocándose en medio, me asustó más, por primera vez sentí una enorme erección que me tocaba, no sabría como describir eso, era algo muy grande y muy duro, él tenía puesto el pantalón de su pijama pero no quería imaginar que se lo quitara, no quería imaginar ni sentir la potencia de su miembro libremente, no quería pensar en nada. Su mano subió por el rumbo de mi pierna hasta llegar a tocar el panty, eso hizo que él liberara un gemido;
—Tócame. —Ordenó—. Quítame la ropa, desnúdame y tócame.
—No. —Reaccioné con firmeza.
—¿Me desafía señorita Constanza?
—Tómelo como quiera.
Se acercó aún más hasta tocar mis pechos con el suyo y susurró en mi oído;
—¿Acaso no te agrada? ¿No te gusta? ¿No te excita?
Preferí no contestar;
—¿Eres virgen? —Insistió.
—Ya basta —contesté muy molesta—, acabe de una vez con esto. Haga lo que tenga que hacer y déjeme en paz.
Sí, eres virgen, de lo contrario no estarías temblando. Nunca has estado con un hombre, a eso se debe tu miedo, pero no te asustes, puede ser que te guste, ¿No crees?
No quería hablar, sentía asco y quería que esto se acabara de una vez;
—Bésame —Ordenó de nuevo.
—No.
Volvió a inhalar y a exhalar lentamente conteniendo la poca paciencia que le quedaba. Sujetó mi cuello con su mano como si quisiera estrangularme y me besó con fuerza como si quisiera evitar que respirara, la posesión de su boca con la mía me estaba lastimando, intenté mantener mis labios juntos pero él era un experto y sin darme cuenta abrió mi boca y su lengua quería llegar hasta mi garganta, no me permitía respirar, sabía cómo besar, pero sus besos me sabían a dolor. Cuando me pude liberar intenté moverme pero me sujetó con más fuerza, lamió, succionó y mordió mi cuello, bajó hasta uno de mis pechos y con los dientes, lo liberó de la seda introduciendo mi pezón en su boca, su lengua jugaba con él y eso hizo que sin querer yo liberara un jadeo. No sé lo que sentí y había evitado toda excitación, pero mi cuerpo había reaccionado al estímulo sin saber  en qué momento y eso, aunque no quisiera reconocerlo me había gustado. Estaba furiosa conmigo misma, no era posible que fuera a sucumbir a él, por un momento me quedé quieta sin intentar pensar y mientras su boca seguía jugando con mi pezón, su mano había buscado de nuevo mi pierna, pero al llevarla al interior e intentar liberar su miembro su mano rozó mi… parte íntima y se quedó quieto por un momento conteniendo su fogosa respiración. Su pulgar sutilmente hacía círculos en mi monte Venus  como si esperara hacer algo más o alguna reacción de mi parte, sentía su respiración acelerada que intentaba controlar y yo no podía negarlo, su roce comenzaba a excitarme y mi piel a arder de deseo, pero en mi razón no quería que me tocara, no quería que intentara hacer lo que estaba pensando, no quería que introdujera sus dedos dentro de mí, no quería que sintiera mi lubricación y sin querer, como una tonta comencé a llorar sin poder soportarlo más. Esta no era la manera en que había imaginado perder mi virginidad, no por la fuerza, no así, el tamaño y la dureza de su miembro que aún no liberaba me tenía aterrada, sentía que podía desgarrarme si yo no ponía nada de mi parte, sé que era estrecha, tenía miedo, pero en mi mente estaba Loui y el saber que estaba a punto de convertirme en la mujer de otro agudizó más mi estado de ánimo. Sería indigna, ya no podríamos estar juntos, después de esto ya no.  Al momento, él se quitó de encima de mí y se sentó a la orilla de la cama;
—Vete —Ordenó seriamente.
Abrí mis ojos y reaccioné, arreglé mi camisón y me incliné en mi codo;
—¿Qué? —pregunté sin entender.
—Vas a suplicarme que te haga mía. —Su voz parecía un rugido y su respiración ardiente, contenía su furia—. Pero no así, no voy a estar con una muñeca de trapo, no voy a rogar por tus caricias. Vas a complacerme por tu propia voluntad y vas a entregarte mí por tu propio gusto, Vas a desnudarte sola, vas a ofrecerte a mí, voy a hacerte mi mujer y lo vas a disfrutar tanto como yo. Vas a volverte insaciable, vas a arder en mi cama y suplicarás por más.
Las palabras de este hombre me habían asustado y no las entendí, su voz sonaba amenazante, sus palabras eran una amenaza y no sabía que pensar;
—¡Vete! —Ordenó muy enojado—.  No quiero verte.
Salté de la cama con mucho miedo, recogí mi bata y me vestí rápidamente. Salí de su habitación corriendo por todo el pasillo a media luz, limpiando mis lágrimas y tratando de entender porque repentinamente me había aborrecido. Me detuve frente a un espejo para ver un malestar que sentía en mi labio inferior, estaba sangrando, seguramente al momento de besarme con fuerza me hirió, inmediatamente vi el morete que tenía al lado derecho de mi cuello, me había marcado, la señal de su mordida estaba ahí, cerré mis ojos de nuevo y me alejé de allí cuanto antes. Al llegar a las escaleras que daban al vestíbulo, vi a Loui entrar furioso por la puerta principal sin poder ser detenido por los guardias y al verme, su mirada se oscureció aún más, sé lo que imaginó, mi estado me delataba y sin importarme nada corrí hacia él. Me abrazó con fuerza y besó mis labios con ansiedad, pero su contacto me provocó dolor en la herida y al quejarme entonces lo notó;
—¿Amor mío qué…? —Se detuvo al mirarme fijamente a la vez que secaba mis lágrimas—. Estás sangrando, ¿Qué te hizo ese desgraciado?
Loui miró con detenimiento mi herida y también notó el morete de mi cuello;
—¡Lo voy a matar! —Sentenció con furia.
—No amor, no hagas nada —lo abracé con fuerza para detenerlo.
—¿Pero es que…? ¿Qué pasó?
     Por favor, no me preguntes nada. Le supliqué aferrándome a él con fuerza.
Ven conmigo, vámonos de aquí ahora mismo —dijo mirándome fijamente.
En ese momento Randolph apareció por una de las puertas y nos miró fijamente, al mismo tiempo que desvió su mirada hacia arriba, instintivamente hice lo mismo y allí estaba él observándonos con una mirada glacial, pero al momento no pude creer lo que veía, mi piel bajó su temperatura y no pude reaccionar, la cara del príncipe, su cabello, su porte, su cuerpo, todo él era exactamente igual a Loui, giré mi cabeza para ver a mi novio quien me miró con una tristeza desencajada, sus ojos no podían expresar lo que sentía, volví a ver al príncipe y éste, levantó una ceja y con orgullo su barbilla, curvó su boca pícaramente y me miró fijamente, sus ojos eran exactamente igual a los de Loui, ambos hombres eran idénticos físicamente. Loui sacó una pistola que traía y le apuntó al príncipe, él seguía como si nada, orgulloso y desafiante, sin mostrar el más mínimo temor a que Loui pudiera dispararle, tenía gran seguridad y dominio de su poder. Randolph se acercó a Loui y sin decir nada puso su mano en el arma y lo miró fijamente, éste lo miró también y Randolph asentó negativamente con la cabeza, diciéndole con ese gesto que no hiciera nada. Loui lo miró seriamente y tragó su cólera, bajó el arma resignado. Yo no entendí nada, mi respiración acelerada y los latidos exagerados de mi corazón que estaban en mi garganta me hicieron colapsar, no pude soportar tal impresión y sin darme cuenta me desvanecí. Mi sueño de fantasía, se había convertido en una pesadilla.

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