Prólogo
Estaba en su habitación, al fin lograría lo que él quería.
Todo estaba oscuro y mi miedo me hacía tener frío.
Frotaba mis brazos y cerré mis ojos evitando llorar. Estaba sentada en su cama
vistiendo un sensual camisón, largo pero abierto de ambas piernas, con un
pronunciado escote que hacía ver casi en su totalidad mis pechos, unos delgados
tirantes los sostenían los cuales se cruzaban por mi espalda adornando el
escote que llegaba hasta el final de misma. El moño que usaba dejaba caer como
siempre algunas ondas sobre mi espalda y el perfume que él mismo me había obsequiado,
estaba impregnado en casi toda mi piel, pero para mí al saber el propósito de
todo esto me repugnaba. El panty de seda y encajes era casi diminuto, cubría lo
que tenía que cubrir de la parte delantera pero nada de la parte trasera, nunca
me gustaron ese tipo de prendas, eran incómodas para mí, además siempre pensé
que solo cierto tipo de mujeres las usaban y él, que seguramente estaba
acostumbrado quería que me viera igual a ellas. La delicada bata transparente
del mismo conjunto que me cubría no era suficiente para apaciguar el frío que
sentía, no era sólo el clima, eran los nervios que tenía, estaba muy asustada.
Pensaba en Loui y en el dolor que sentiría cuando lo supiera, no quería
engañarme, sabía que después de esto, él ya no me vería igual. Todo hombre
quiere ser siempre el primero y el capricho del príncipe se había cumplido.
Estaba en su habitación, sentada en su cama y lista para que él que pudiera
satisfacer su lujuria. Puse mi mente en blanco, cerré mis ojos, no quería
pensar en nada. Al momento lo sentí entrar y se acercó sigilosamente, subió a
la cama y se colocó justo detrás de mí, estaba aterrada no quería abrir los
ojos, no quería saber nada, sólo quería que esto pasara rápido y se acabara.
Comenzó a inhalar el perfume de mis hombros, de mi cuello, su nariz tocaba el
lóbulo de mi oreja, una de sus manos quitó las pinzas que sostenían mi moño y
mi cabello cayó a mi espalda, mientras que la otra mano la llevó a mi cintura
y comenzó a desatar el cinto de mi bata,
la deslizó por mis hombros tocando y acariciando mi espalda, sentí su nariz
inhalando el perfume de mi piel y sus labios besando mi nuca, mis hombros. Un
enorme escalofrío recorrió toda mi columna vertebral;
—Acuéstate. —Ordenó.
Como si tuviera piloto automático le obedecí en contra
de mi voluntad, era controlador y dominante. Todo estaba muy oscuro, la
claridad de la ventana apenas y entraba a la habitación, seguramente las
cortinas eran gruesas, pero él no podía ver mi expresión y yo tampoco podía
verlo, sólo sentir su ardiente respiración sobre mí, sin duda estaba excitado.
Me acosté como quiso sin querer abrir mis ojos, se colocó parcialmente encima
de mí e intento besarme, al sentir su nariz buscando la mía, giré mi cabeza
hacia la izquierda al sentirlo, lo que hizo que sus labios se posaran en mi
cuello, exhaló con fuerza como si estuviera conteniendo su decepción. Continuó
besando mi cuello a la vez que bajaba los tirantes del camisón, sus besos
bajaron y se convirtieron en lamidas, su lengua recorría ahora el rumbo en busca
mis pechos. No quería que me tocara pero lo estaba haciendo, sutilmente su mano
se posó en uno de mis pechos el cual estaba duro y erguido y mi pezón muy
firme, comenzó a masajearlo con delicadeza y yo no pude evitar que una lágrima
rodara por mi mejilla. Su boca lo buscaba y cuando lentamente bajaba
disfrutando el aroma y el recorrido, la mano que lo tocaba ahora también bajaba
a mi vientre, a mi muslo, a mi pierna. La levantó con fuerza colocándola en su
cadera y comenzó a tocar ardientemente mi piel, a medida que subía siguiendo el
rumbo que quería su toque se hacía más fuerte, apretando y dejándome su marca a
su paso;
—Eres exquisita
—susurró—, el aroma y la suavidad de tu piel está volviéndome loco.
Quise ignorar sus palabras e hice de cuentas que no
escuché nada, en su locura podría desesperarse el todo este preámbulo se
acabaría. Se colocó bruscamente encima de mí, abriendo mis piernas y
colocándose en medio, me asustó más, por primera vez sentí una enorme erección
que me tocaba, no sabría como describir eso, era algo muy grande y muy duro, él
tenía puesto el pantalón de su pijama pero no quería imaginar que se lo
quitara, no quería imaginar ni sentir la potencia de su miembro libremente, no
quería pensar en nada. Su mano subió por el rumbo de mi pierna hasta llegar a
tocar el panty, eso hizo que él liberara un gemido;
—Tócame. —Ordenó—. Quítame la ropa,
desnúdame y tócame.
—No. —Reaccioné con firmeza.
—¿Me desafía
señorita Constanza?
—Tómelo como
quiera.
Se acercó aún más hasta tocar mis pechos con el suyo y
susurró en mi oído;
—¿Acaso no te
agrada? ¿No te gusta? ¿No te excita?
Preferí no contestar;
—¿Eres virgen? —Insistió.
—Ya basta —contesté muy molesta—, acabe de
una vez con esto. Haga lo que tenga que hacer y déjeme en paz.
—Sí, eres
virgen, de lo contrario no estarías temblando. Nunca has estado con un hombre,
a eso se debe tu miedo, pero no te asustes, puede ser que te guste, ¿No crees?
No quería hablar, sentía asco y quería que esto se
acabara de una vez;
—Bésame —Ordenó de nuevo.
—No.
Volvió a inhalar y a exhalar lentamente conteniendo la
poca paciencia que le quedaba. Sujetó mi cuello con su mano como si quisiera
estrangularme y me besó con fuerza como si quisiera evitar que respirara, la
posesión de su boca con la mía me estaba lastimando, intenté mantener mis
labios juntos pero él era un experto y sin darme cuenta abrió mi boca y su
lengua quería llegar hasta mi garganta, no me permitía respirar, sabía cómo
besar, pero sus besos me sabían a dolor. Cuando me pude liberar intenté moverme
pero me sujetó con más fuerza, lamió, succionó y mordió mi cuello, bajó hasta
uno de mis pechos y con los dientes, lo liberó de la seda introduciendo mi
pezón en su boca, su lengua jugaba con él y eso hizo que sin querer yo liberara
un jadeo. No sé lo que sentí y había evitado toda excitación, pero mi cuerpo
había reaccionado al estímulo sin saber
en qué momento y eso, aunque no quisiera reconocerlo me había gustado.
Estaba furiosa conmigo misma, no era posible que fuera a sucumbir a él, por un
momento me quedé quieta sin intentar pensar y mientras su boca seguía jugando
con mi pezón, su mano había buscado de nuevo mi pierna, pero al llevarla al
interior e intentar liberar su miembro su mano rozó mi… parte íntima y se quedó
quieto por un momento conteniendo su fogosa respiración. Su pulgar sutilmente
hacía círculos en mi monte Venus como si
esperara hacer algo más o alguna reacción de mi parte, sentía su respiración
acelerada que intentaba controlar y yo no podía negarlo, su roce comenzaba a
excitarme y mi piel a arder de deseo, pero en mi razón no quería que me tocara,
no quería que intentara hacer lo que estaba pensando, no quería que introdujera
sus dedos dentro de mí, no quería que sintiera mi lubricación y sin querer,
como una tonta comencé a llorar sin poder soportarlo más. Esta no era la manera
en que había imaginado perder mi virginidad, no por la fuerza, no así, el
tamaño y la dureza de su miembro que aún no liberaba me tenía aterrada, sentía
que podía desgarrarme si yo no ponía nada de mi parte, sé que era estrecha,
tenía miedo, pero en mi mente estaba Loui y el saber que estaba a punto de
convertirme en la mujer de otro agudizó más mi estado de ánimo. Sería indigna,
ya no podríamos estar juntos, después de esto ya no. Al momento, él se quitó de encima de mí y se
sentó a la orilla de la cama;
—Vete —Ordenó seriamente.
Abrí mis ojos y reaccioné, arreglé mi camisón y me
incliné en mi codo;
—¿Qué? —pregunté sin entender.
—Vas a
suplicarme que te haga mía. —Su voz parecía un rugido y
su respiración ardiente, contenía su furia—. Pero no así, no voy a estar con una muñeca de trapo, no voy a rogar por
tus caricias. Vas a complacerme por tu propia voluntad y vas a entregarte mí
por tu propio gusto, Vas a desnudarte sola, vas a ofrecerte a mí, voy a hacerte
mi mujer y lo vas a disfrutar tanto como yo. Vas a volverte insaciable, vas a
arder en mi cama y suplicarás por más.
Las palabras de este hombre me habían asustado y no
las entendí, su voz sonaba amenazante, sus palabras eran una amenaza y no sabía
que pensar;
—¡Vete! —Ordenó muy enojado—. No quiero verte.
Salté de la cama con mucho miedo, recogí mi bata y me
vestí rápidamente. Salí de su habitación corriendo por todo el pasillo a media
luz, limpiando mis lágrimas y tratando de entender porque repentinamente me
había aborrecido. Me detuve frente a un espejo para ver un malestar que sentía
en mi labio inferior, estaba sangrando, seguramente al momento de besarme con
fuerza me hirió, inmediatamente vi el morete que tenía al lado derecho de mi
cuello, me había marcado, la señal de su mordida estaba ahí, cerré mis ojos de
nuevo y me alejé de allí cuanto antes. Al llegar a las escaleras que daban al
vestíbulo, vi a Loui entrar furioso por la puerta principal sin poder ser
detenido por los guardias y al verme, su mirada se oscureció aún más, sé lo que
imaginó, mi estado me delataba y sin importarme nada corrí hacia él. Me abrazó
con fuerza y besó mis labios con ansiedad, pero su contacto me provocó dolor en
la herida y al quejarme entonces lo notó;
—¿Amor mío qué…?
—Se detuvo al mirarme fijamente a la vez que secaba
mis lágrimas—. Estás sangrando, ¿Qué te
hizo ese desgraciado?
Loui miró con detenimiento mi herida y también notó el
morete de mi cuello;
—¡Lo voy a
matar! —Sentenció con furia.
—No amor, no
hagas nada —lo abracé con fuerza para detenerlo.
—¿Pero es que…?
¿Qué pasó?
—Por favor, no me preguntes nada. —Le supliqué aferrándome a él con fuerza.
—Ven conmigo,
vámonos de aquí ahora mismo —dijo mirándome fijamente.
En ese momento Randolph apareció por una de las
puertas y nos miró fijamente, al mismo tiempo que desvió su mirada hacia
arriba, instintivamente hice lo mismo y allí estaba él observándonos con una
mirada glacial, pero al momento no pude creer lo que veía, mi piel bajó su
temperatura y no pude reaccionar, la cara del príncipe, su cabello, su porte,
su cuerpo, todo él era exactamente igual a Loui, giré mi cabeza para ver a mi
novio quien me miró con una tristeza desencajada, sus ojos no podían expresar
lo que sentía, volví a ver al príncipe y éste, levantó una ceja y con orgullo
su barbilla, curvó su boca pícaramente y me miró fijamente, sus ojos eran
exactamente igual a los de Loui, ambos hombres eran idénticos físicamente. Loui
sacó una pistola que traía y le apuntó al príncipe, él seguía como si nada,
orgulloso y desafiante, sin mostrar el más mínimo temor a que Loui pudiera
dispararle, tenía gran seguridad y dominio de su poder. Randolph se acercó a
Loui y sin decir nada puso su mano en el arma y lo miró fijamente, éste lo miró
también y Randolph asentó negativamente con la cabeza, diciéndole con ese gesto
que no hiciera nada. Loui lo miró seriamente y tragó su cólera, bajó el arma
resignado. Yo no entendí nada, mi respiración acelerada y los latidos exagerados
de mi corazón que estaban en mi garganta me hicieron colapsar, no pude soportar
tal impresión y sin darme cuenta me desvanecí. Mi sueño de fantasía, se había
convertido en una pesadilla.
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