lunes, 15 de septiembre de 2014

Capítulo 1, Nieblas del Pasado 2

El libro ya está en amazon y sólo hay que esperar a que lo liberen y mientras tanto le regalo el primer capítulo en agradecimiento por estar pendientes y preguntar sobre él hoy que es la fecha de su publicación. Cuando tenga el enlace del libro lo compartiré, espero que les guste y puedan vivir estos sentimientos de la misma manera en la que yo los viví.
Muchas gracias por acompañarme.

Capítulo 1
Incomprensible



Eran un niño poco menor de ocho años y un anciano que bien tenía más de setenta, estábamos en medio del bosque, solos, no había nadie más. El anciano estaba sentado en una roca sujetando un cayado, su mirada era triste y cansada, tenía el cabello blanco y una barba larga también, parecía vestir una sotana de sacerdote pero no lo era. El niño era blanco y rubio de ojos claros, vestía de blanco, estaba de pie junto al anciano, lo sujetaba con su pequeña mano de uno de sus hombros, parecían muy unidos y ambos me miraban fijamente;
—¿Dónde estoy? —Les pregunté mirándolos con temor—. ¿Quiénes son ustedes?
Miraba a mi alrededor, el día estaba claro y los rayos del sol se infiltraban a través de las ramas y las hojas de los árboles, el viento era cálido, pero no reconocía el lugar, estaba sola y asustada, no conocía a nadie;
—¡Por favor digan algo! —insistí al notar su silencio.
—Yo soy la experiencia y el final del camino —contestó el anciano—. Pronto todo habrá terminado, el ciclo de la vida culmina con…
—No lo diga —lo interrumpí asustada—. Por favor no mencione esa palabra, le temo.
—Es la ley de la vida así debe ser, es mejor estar preparado.
—Tengo miedo. —Me abracé a mí misma.
—Yo soy la inocencia y he comenzado mi camino —dijo el niño—. Pero no puedo confiar en la mano que me guía y deberé caminar solo. Mi destino es incierto, podré vivir o morir, podré ser bueno o malo, son muchos los caminos y no sé cual escoger. Mi inocencia será arrebatada por la dolorosa realidad, temo despertar de un hermoso sueño a una horrible pesadilla, de la fantasía a la realidad, temo dejar de ser un ángel para convertirme en un demonio.
—¡Por Dios no digas eso! —Le dije asustada por sus palabras—. Eres sólo un niño, ¿Cómo puedes tener la madurez para pensar así?
—Son opciones que están en su camino y de eso dependerá en qué clase de hombre se convertirá —contestó el anciano.
Estaba asustada por la manera en como el niño habló, parecía no ser él, parecía estar poseído, no sé lo que me parecía pero le tenía miedo, me miraba fijamente y eso me intimidaba más.
—Y yo soy la madurez —dijo otro hombre a mis espaldas.
Me giré asustada por su masculina y penetrante voz, como lo dijo era un hombre maduro, como de unos treinta y tantos años, muy guapo, piel canela, contextura fornida, cabello negro y ojos café intensos, él vestía de negro.
—Yo estoy en medio de ellos dos —continuó—. Puedo ser lo que dijo el niño, pero no tengo la seguridad de ser como el anciano, no todos llegan a donde él está.
—No entiendo nada —dije mirándolos asustada—. Ni siquiera sé en dónde estoy, quiero irme, díganme como llegar hasta mi hogar, quiero ver a mi esposo y a mis hijos.
—Estás parada en tu propio hogar —dijo el anciano—. Toma las decisiones correctas y podrás vivir largos días, sé sabia, por ti y por tu familia.
—No entiendo, no entiendo… —insistí sujetando mi cabeza y cerrando los ojos, cayendo de rodillas al suelo.
—Soy la inocencia y te necesito —dijo el niño.
—Soy la experiencia y me gustaría que llegaras a mí —dijo el anciano.
—Y como soy la madurez —dijo el hombre joven tocando mis hombros—. Por los momentos estás conmigo.
No entendía nada y deseaba que todo se acabara, era un sueño y quería despertar. Loui mi amor, te necesitaba…
*******
—Constanza… —escuchaba que él decía a lo lejos.
—Loui… —susurraba sin poder gritar—. Mi amor…
—Amor mío despierta por favor —insistía asustado—. Regresa a mí, aquí estoy.
Cuando logré abrir mis ojos, lo vi, estaba conmigo, sujetando mi mano y besando mi frente. Me sentía liviana, extraña, débil;
—¡Loui mi amor! —exclamé abriendo mis ojos del todo y abrazándolo fuertemente, necesitaba llorar y desahogarme, estaba muy nerviosa y asustada.
—Amor mío tranquila. —Me estrechó con fuerza acariciando mi cabello—. No llores, estaba preocupado por ti.
—¿Qué pasó?
—Te desmayaste pero creo que no fue un simple desmayo, estuviste mucho tiempo sin reaccionar, tenía miedo que no regresaras a mí.
—No sé donde estuve pero fue algo como un sueño extraño, estaba desesperada y no podía volver, tenía mucho miedo, estaba sola.
—Yo también me asusté —limpió mis lágrimas con sus dedos—. Delirabas y tratabas de mover la cabeza, de abrir los ojos pero no podías y eso me asustó mucho.
Cuando desperté completamente me di cuenta que no estábamos solos, Gertrudis sostenía la botella de alcohol y las bolitas de algodón con los que intentaron hacer que volviera en mí. Randolph, Regina y Jonathan que había chequeado mi presión estaban también, pensaba en lo que había pasado, en la nota de esa mujer, en la amenaza recibida y sentía que mis nervios colapsarían;
Creo que será mejor llamar al doctor Khrauss. —Le sugirió Randolph a Loui—. Es necesario que su majestad tome algún medicamento para controlar los nervios, necesita estar tranquila.
Loui sólo me miró sin decir nada y lo miré de la misma forma, nuestros ojos hablaron, mi mirada era de miedo y la de él también, yo sentía temor por lo que había pasado y él además de eso, también tenía miedo por mí;
—Si me permite opinar… —dijo Jonathan—. Yo como médico no estoy de acuerdo en esa clase de medicamentos, mantener a una persona sedada con fármacos puede traer graves consecuencias en el futuro, es mejor que la reina siga tomado té naturales.
—Jonathan tiene razón. —Loui lo secundó sin dejar de mirarme—. No quiero ver a mi esposa con sueño todo el tiempo, quiero que esté muy consciente de todo.
—Loui… ¿Ellos saben lo de las notas? —susurré sólo para él.
—Todavía no, voy a reunirme con ellos en el despacho para hablarles.
—Con Regina no, la amenaza puede afectarle en su embarazo.
—Tienes razón.
Besó mi frente y suspiró, lo vi fijamente.
—Por ahora creo que es mejor que la reina descanse —dijo en voz alta poniéndose de pie—. ¿Gertrudis puede traerle un té muy cargado y caliente para que se relaje?
—Enseguida majestad —contestó mientras solícitamente salía de la recámara.
—¿Regina puedes quedarte con Constanza y hacerle compañía? —le preguntó.
—Claro no te preocupes, yo me quedo con ella.
—Caballeros dejemos a las damas un momento —les dijo a la vez que les señalaba salir de la habitación.
Y besando mi mano salió también junto con Randolph y Jonathan, yo sabía que iba a hablar con ellos al despacho en ese momento con respecto a lo que me había sucedido, lo importante era que por los momentos Regina no lo supiera para salvaguardar su embarazo.
—Debemos de tranquilizarnos Constanza. —Regina se sentó cerca de mí—. Por muy difícil que sea, por el bien de nuestros maridos y el nuestro propio, debemos de permanecer en calma.
—Lo sé. —Me llevé las manos a la cabeza—. Es sólo que me parece una labor titánica hacerlo, siento el mismo miedo de hace unos años, ese miedo que ya había dejado atrás y que había olvidado.
—Eres una gran persona y lamento que tu vida normal y tranquila se viera alterada al venir a Bórdovar, lamento que hayas despertado el odio de mi padre como también lamento todo el daño que te hizo.
—No es culpa tuya, tú también eres una gran mujer y como lo dijo Jonathan hace algún tiempo, yo también agradezco porque tú no heredaste nada de tu padre. Debo de reconocer que la primera vez que escuché sobre la “baronesa Regina” también me dio temor, te imaginaba una mujer orgullosa, altanera, soberbia y tenía miedo del odio que podía crecer en ti hacia mí.
—Ese título siempre me hizo ver así ante las personas desconocidas —bajó la cabeza—. De alguna manera me creían alguna mujer fatal y siendo la hija de quien era, también generaba temor. 
—¿Qué piensas de todo esto? ¿Deseas regresar a Italia?
—Estoy confundida y con el mismo miedo que ustedes —suspiró—. Tengo miedo que Juliana me busque en Turín y tengo más miedo de saber qué es lo quiere. Quiero creer que tiene un poco de cariño hacia mí y que no se atreverá a hacerme daño, pero en realidad no sé qué pensar.
—¿Y Jonathan que dice?
—Ha estado muy callado y me preocupa, él no puede estar mucho tiempo fuera de la clínica, lo necesitan, pero sé que tampoco querrá regresar solo y no estoy segura de querer quedarme aquí, no sé qué hacer ni qué pensar.
—Por los momentos estarán con nosotros. —Me sostuve la cabeza reclinándola en la almohada—. Al menos estamos juntos para sobrellevar esto.
—¿Te duele la cabeza?
—Sí.
—Iré al botiquín del baño a buscarte una pastilla.
Se levantó de la silla, en ese mismo momento Gertrudis llegó con mi té y me senté en la cama para tratar de beberlo, al salir Regina del baño me entregó la pastilla así que puse la taza del té en mi mesita y me la tomé con un vaso de agua que ella misma me sirvió, me recliné en el respaldar y por un momento me quedé pensativa;
—Regresaré con los príncipes majestad —dijo Gertrudis—. ¿No necesita nada más?
—No nada, gracias, por favor atienda a los niños, Helen debe de estar de correr atendiendo a los cuatro al mismo tiempo.
—Yo también te dejaré descansar —dijo Regina—. Sirve que voy a ver a mi pequeño Leopoldo y de paso a mis sobrinos, no te preocupes.
—Gracias.
Sujeté de nuevo la taza del té que me tomaba en pequeños sorbos ya que estaba caliente, soplaba con cuidado para que se helara y al notar como el humo se disipaba con el aire no pude evitar sentir temor y que todo lo que conocía y había vivido se disipara de un momento a otro. Tenía miedo de que todo lo que había logrado tener se desintegrara y se desvaneciera como las cenizas en el viento. Esto era una pesadilla, yo sabía que algo no estaba bien. Nunca lo estuvo desde el principio, esa mujer fingió todo el tiempo y prefirió un sanatorio que la cárcel. Estaba aterrorizada, Juliana Linares surgió como el fénix sólo que esta vez nos consumiría a nosotros en su venganza, sabía que con eso no lograría resucitar a su amado pero al menos tendría la satisfacción de mandar a todos los que le estorbábamos a hacerle compañía;
—¡No! —exclamé asustada de mis pensamientos y haciendo que derramara parte del té en mi pecho el cual me quemó. —¡Rayos! —insistí maldiciendo todo en mi enojo y levantándome de la cama.
Coloqué de nuevo la taza en la mesa de noche y me dirigí al baño a limpiarme un poco. Al verme en el espejo la piel roja por la quemadura fruncí el ceño molesta y después de lavarme y limpiarme, me sequé con cuidado con una toalla y me puse un poco de crema humectante. Recordé que mi abuela usaba la pasta dental en las quemaduras pero no deseaba embadurnarme de eso y oler a menta, además detestaba la sensación de la pasta seca sobre la piel. Estando concentrada en colocarme la crema suavemente y evitar lo más que podía el ardor, la melodiosa voz de mi amado me asustó;
—¿Amor mío que te pasó? —preguntó asustado.
—No es nada —contesté saltando del susto y tratando de disimular.
—¿Cómo que no? —Insistió mirándome el pecho—. Tienes la piel muy roja, déjame ver.
Y quitando mis manos se dispuso a observar, en efecto estaba muy roja y me ardía mucho, tanto, que no soportaba ni siquiera mi mismo toque;
—Voy a llamar al doctor, necesitas algo especial para una quemadura de lo contrario habrá consecuencias.
—Loui no exageres, es sólo un poco de té que me cayó, no es nada grave, no tuve cuidado, no te preocupes. Estoy segura que con la crema será suficiente, ya estoy sintiendo que me refresca.
—Constanza…
—Por favor… —besé la punta de su nariz—. No es nada, si mañana no amanece bien entonces llamas al médico.
—Puede ser tarde —insistió.
—No es tan grave —insistí también saliendo del baño y dirigiéndome a la cama de nuevo.
—Está bien —exhaló resignado mientras me seguía—. Creí que Regina seguiría aquí.
—No hace mucho se fue —le dije sentándome en la cama y sujetando de nuevo la taza del té—. Me dio una pastilla para el dolor de cabeza y me dejó descansar, sirve que se fue a ver a los niños y estar con ellos un momento.
—Al menos su embarazo no la ha puesto histérica. —Se acostó a mi lado—. Eso es bueno.
—¿Hablaste con Randolph y Jonathan? —pregunté mientras me tomaba el té.
—Sí, y están muy preocupados —suspiró.
—¿Les hablaste de ambas notas? —insistí un tanto seria.
—No, sólo les hablé de la amenaza.
Me limité a exhalar soltando el aire muy despacio, tratando de asimilar lo que había pasado. El suceso con Juliana me tenía muy atemorizada, pero la descarada nota de la tal Dione me tenía furiosa;
—¿Y bien? —insistí manteniendo la paciencia.
—Constanza no podía hablar de eso con Randolph en frente de Jonathan.
—¿Qué piensas hacer?
—No lo sé.
—¿No sabes? —Pregunté indignada—. Eres el rey de Bórdovar no el títere de esa tipa, ¿Harás lo que ella quiera?
—Constanza no exageres. —Se sentó en la cama sujetando su cabeza—. No te niego que me asusté mucho, no por ella sino por ti, sabía que ibas a reaccionar de esta manera.
—¿Y cómo quieres que reaccione? —Pregunté poniéndome de pie y mirándolo fijamente— ¿Te gustaría que recibiera una nota de algún amigo en el que me diga que vendrá a visitarme porque quiere revivir conmigo viejos tiempo?
—No compares —dijo seriamente.
—¿Qué no compare? —Insistí exaltándome más—. Creí que con saberme en los brazos de tu amigo me habías dejado claro lo que sentías. ¿No puedo yo hacer lo mismo?
—¡Constanza basta! —Sentenció autoritario poniéndose de pie—. Es suficiente, yo no voy a faltarte el respeto de ninguna manera y que te quede bien claro, si no estuve con Dione mientras fui soltero mucho menos lo haré ahora. ¡Por Dios! No soy estúpido, no voy a mandar al caño a mi familia por una aventura con ella.
El sólo imaginar eso el estómago se me empezó a revolver, estaba furiosa y deseaba coger cualquier cosa y estrellarla en la pared, ni siquiera podía respirar bien del coraje;
—Sé que estás conteniendo tu enojo —continuó mientras me miraba y pasaba sus manos por la cabeza—. Pero por los momentos no puedo hacer nada. Tendré que recibir a Dione, no hay más que hablar.
“Corrección” —pensé intentando controlarme— “quiero coger algo muy grande y pesado y sembrártelo en la cabeza”
—Y mientras tanto tendré que aguantarme —dije tranquilamente soltando el aire que me asfixiaba—. Tendré que ver como en mis narices la tal Dione se pasea como pavo real o como perra en celo andando detrás de ti.
—Constanza…
—Es la verdad —insistí muy molesta—. Si esa mujer quiso algo contigo no dudará en volver a su ataque, a cierto tipo de mujer no le importa que el hombre que quiera esté casado, simple y sencillamente lo quieren en su cama y punto. Y si ya lo intentó una vez no dudes que volverá a hacerlo, a eso viene, no va a descansar hasta saciar ese rechazo de tu parte y ver a estas alturas que tan fuerte o vulnerable te has vuelto. Escúchame bien Loui, esa mujer no viene a nada bueno, es muy insinuante en su nota y estoy más que segura que la escribió con la intención de que yo la leyera, quiere provocar problemas entre nosotros, busca separarnos, quiere ser tu consuelo cuando tú y yo…
En ese momento tocaron la puerta, la sirvienta nos dijo del otro lado que la cena estaba servida y que ya todos estaban en el comedor esperándonos;
—¡Enseguida vamos! —le gritó Loui.
Yo seguía tratando de contener el fuego que me subía y bajaba por el pecho y no precisamente por mi quemada. Me sentía como un toro de la arena, sólo me faltaba echar espuma por la boca, tenía que controlar mi cólera y no derramar una lágrima por eso;
—Por favor, contrólate. —Se acercó a mí—. Hablamos después, ¿Bajamos a cenar?
—Coman sin mí —contesté apartándome de él—. No me siento bien, no tengo hambre y no quiero ver a nadie.
—Como quieras —dijo haciendo un ademán con sus manos—. Voy excusarte con todos.
Y diciendo eso salió de la habitación. Me sentía estallar y necesitaba sacar de mí lo que sentía o me ahogaría yo misma. Me encerré en el baño y comencé a tirar todo a mi paso, estaba furiosa y no entendía porque Loui no buscaba la manera de detener la llegada de esa mujer, frascos de esencias volaron por los aires haciéndose mil añicos al pegar en la pared, derramé cremas, gel y todo lo que podía coger. Me miré al espejo y comencé a llorar de coraje, lo golpeaba con mis puños en un arrebato de ira pero no logré quebrarlo, sólo herir un poco mis puños y los nudillos. Me senté en el suelo cuando ya no pude más, lloré, lloré y lloré con fuerza hasta que mi alma ya no tuviera un porqué, quería correr y encontrar la salida, quería ver un rayo de luz en esta oscuridad que comenzaba a envolvernos, quería que toda esta maldita pesadilla que ni siquiera comenzaba se terminara de una vez. Me sentía desesperada.

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