domingo, 12 de enero de 2014

Fragmento capítulo X "El Príncipe de Bórdovar" segunda parte





Lo seguí mirando fijamente pero no sé por qué razón, me acerqué de nuevo a él pero esta vez no me senté en sus piernas de lado, sino a horcajadas sobre él, sujetándolo del cuello con mis brazos lo que hizo que ambos nos excitáramos. Toqué su nariz con la mía, mientras sentía que sus manos recorrían mi cuerpo por debajo de la seda;
—¿Quieres saber con quién hago el amor? —Susurré sensualmente lamiendo el lóbulo de su oreja—. Pues creo que un apuesto príncipe que ha cambiado mi vida para siempre, el único hombre dueño de mis fantasías, de mi corazón, de mi alma y de mi cuerpo. Hago el amor con el hombre más apasionado, tierno, bello y perfecto que existe sobre la faz de la tierra, hago el amor con un hermoso príncipe dueño de mis orgasmos.
—Eres sorprendente y lo sé —dijo en su éxtasis estremecido y buscando mis labios ansioso—. Tienes las palabras justas para ponerme a tus pies.
—Te amo Ludwig —dije besando una de sus mejillas.
Me miró sorprendido, mostrándome su dulce sonrisa de siempre;
—Que dulce dices mi nombre con tus labios —dijo cerrando sus ojos—. ¿Es un sueño?
—Ludwig —dije besando la otra—. Ludwig —insistí besando su frente—. Ludwig —continué besando su barbilla—. Ludwig —suspiré besándolo en su boca con fuerza y pasión.
Lo que había hecho lo volvió loco de deseo y sin darme cuenta, me levantó junto con él sujetándome con fuerza para no separar nuestra posición, por lo que yo me aferré a él rodeando su pelvis con mis piernas. Me acostó en la alfombra cerca de la chimenea en donde no hace falta describir lo que hicimos y cómo lo hicimos, torrentes de deseo y pasión hirvió repentinamente entre los dos y nuestros cuerpos ardientes comenzaron a hablar un mismo idioma, haciendo que todo lo que sentíamos se consumara ahí y aún después también, continuamos disfrutándolo en la habitación amándonos hasta ya entrada la madrugada, cuando el cansancio y el sueño nos vencieron. Loui había estado muy tenso ese día y creo que el despedirnos de la cabaña de esa manera fue lo mejor que pudimos haber hecho para sentirnos libres, plenos y deshacernos de esa tensión que nos había agobiado durante el día.
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