—Mi niña estás muy guapa —dijo la abuela al verme—. Ese conjunto te sienta muy bien.
—Demasiado bien —el tío frunció el ceño—. ¿Por qué no te pones otra cosa?
—George… —la abuela lo miró—. Leonor se ve muy bien, déjala.
—Eso mismo digo —insistió—. Demasiado bien y no quiero que me griten “suegro” en la calle, al menos
no todavía, ve a cambiarte cariño yo con gusto te sigo esperando.
—George es suficiente —la abuela perdió la paciencia—.
Tú mismo dijiste que Leonor era una
señorita ya no es una niña, además me costó mucho convencerla para que saliera
no le quites el poco entusiasmo que tiene.
—Está bien —Se resignó—. Vámonos.
Salimos como siempre
en nuestro auto privado manejado por Marcos nuestro chofer desde que tengo
memoria, mi tío no había querido decirme a dónde íbamos ya que según él quería
darme una sorpresa. Cuando pasamos por el redondel de un hermoso parque me
sentí muy atraída por él; románticas veredas empedradas, flores por todas
partes, acogedora alfombra de grama verde, arboles generosos de regalar su
fresca sombra, bancos de madera y una enorme y hermosa fuente en el centro,
realmente deseaba pasar un buen rato sola allí y mi tío a pesar de ir con la
nariz en el periódico pudo ver mi nostalgia por el lugar;
—¿Te gusta el parque? —me preguntó mirándome por
encima de sus lentes.
—Sí, es muy hermoso.
—¿Te gustaría quedarte aquí un
rato? yo pasaré a recogerte en media hora, ¿Te parece?
—¡Sí! —Me emocioné.
Marcos detuvo el
coche y se apresuró a abrirme la puerta, cuando salí rodee el auto para darle
un beso a mi tío;
—Cariño… ¿Sabes qué? —dijo mientras observaba por la
ventana hacia todos lados con desconfianza—. Pensándolo bien creo que no es una buena idea.
—Tío estaré bien, no te preocupes, ve a dar tus vueltas yo aquí te espero.
—Pero… —insistía un poco más serio y
temeroso escrutando todo a su alrededor.
—No te preocupes, además hay mucha gente paseando, nada va a pasarme.
—Está bien cariño, cuídate —besó mi frente ocultando su
nerviosismo—. Volveré lo más pronto
posible.
Y mientras observaba
el auto alejarse me adentré hacia el parque, era un lugar muy hermoso habían
niños jugando en los columpios y corriendo con sus pelotas y sus mascotas, no
podía faltar el vendedor de globos y el paletero refrescando a todos con sus helados
de deliciosos sabores y sólo hasta ese momento me di cuenta que no llevaba
dinero ¡Vaya planchón! Toda una chica de sociedad que no pudo complacerse un
antojo. Al caminar un poco más pude ver a las parejas de enamorados sentados en
la grama y otros en las veredas mostrando su amor abiertamente a todo el mundo
y no pude evitar dejar escapar un leve suspiro por eso, ya que entendí que eso
era justamente lo que le hacía falta a mi vida. Me dirigí a la enorme fuente y
me incliné para tocar el agua la cual estaba muy fría tanto que estremeció mi
piel cuando la toqué, en el fondo habían algunas piedras que supongo la
adornaban pero yo imaginé que las más pequeñas seguramente habían sido
arrojadas a falta de monedas para pedir deseos por lo que se me ocurrió hacer
lo mismo, cogí una pequeña, lisa, blanca y ovalada piedrita que encontré a mis
pies y cerrando mis ojos apretándola con la mano pedí mi deseo y la lancé al
agua cayendo justamente donde podía ser vista acomodadamente entre las otras.
Me senté en el borde
de la fuente para escuchar por un momento ese relajante sonido del agua al caer
y sentir por un momento el impalpable rocío que surgía de los chorros de la
fuente y que rozaba mi piel lo que hizo que me diera un poco de frío, pero al
momento me di cuenta que era algo más lo que me estaba haciendo estremecer y no
precisamente de la frescura sino de calor, pude sentir una mirada sobre mí y
sentirme observada lo que me inquietó mucho. Dirigí mi vista hacia muchas
partes pero no lograba ver nada fuera de lo normal hasta que lo vi a través de
la distorsionada imagen del agua al caer; era un joven sumamente guapo que
estaba parado firmemente al otro lado de la fuente, con sus manos metidas en
las bolsas de su pantalón observándome o mejor dicho, estudiándome con
insistencia sin despegar sus ojos de mí. Nuestras miradas se habían cruzado
deteniendo el tiempo y existiendo sólo él y yo, teniendo de por medio el
refrescante chorro de agua que caía de la fuente y con ese instante me bastó
para saber que por primera vez —dejando a un lado mis fantasías de niña con un
artista— me había sentido real y tremendamente atraída físicamente por un
hombre.
No pude resistir más
lo que estaba sintiendo y bajé mi mirada, me giré dándole la espalda mientras trataba
de controlar mi respiración ¿Quién era este apuesto joven que me había
estremecido con sólo mirarme? Toqué mis mejillas en las cuales sentía un
extraño cosquilleo y el calor que mi cuerpo experimentó me sofocaba y deseaba
con todas las fuerzas poder refrescarme en la fuente o en último caso, me
lamentaba a parte del dinero tampoco haber llevado un abanico, el aire fresco
me hubiera ayudado mucho en ese momento. Cerré mis ojos pensado en él y me giré
tímidamente de nuevo para verlo pero para mi desagradable sorpresa él ya no
estaba, lo busqué intensamente con la mirada pero se había ido. ¿Habría sido
una alucinación producto de mis deseos? No creí conocer unos ojos, una boca, un
gesto y una mirada más atractiva y deseable que mi querido Camilo ¿Estaría
soñando? Fruncí el ceño pensando en lo que había sucedido, arrugué mi nariz,
hice un puchero, torcí la boca y me levanté del borde de la fuente un tanto
desilusionada, no sabía si había sido real o mi imaginación, consideré
seriamente dejar de ver tantas fotografías de él en las revistas porque me
estaba afectando, pero la imagen que había visto aunque seguramente pude
haberla asociado no se parecía mucho a él, aunque me costaba admitirlo, debía
de reconocer que estaba mucho mejor. Caminé en dirección a una de las veredas
no sin antes mirar de nuevo hacia la fuente, sacudí mi cabeza, apreté los puños
y cuando me giré para seguir caminando al primer paso que di choqué con él
quedando atrapada en sus brazos;
—Hola —me saludó con una voz sumamente varonil y armoniosa
mientras levantaba su mano derecha—. ¿Puedo
obsequiarle esta flor?
Mientras tenía mis
ojos y mi boca abiertos por la impresión de verlo y sentirlo, realmente me
había quedado en shock, era más hermoso ya de cerca, creí que sólo mi artista
favorito y uno que otro actor eran los hombres más bellos que había visto pero
éste, superaba al cien por ciento las expectativas, demasiado hermoso para ser
real.
No supe cómo
reaccionar debido a la impresión del momento, estaba hipnotizada por sus bellos
y cristalinos ojos azules y el estar en sus brazos, me paralizó por completo
haciendo que mi cerebro dejara de funcionar, clavé mis ojos en los suyos y no
supe que contestar;
—¿Señorita se encuentra bien? —preguntó de nuevo con esa voz
que me hacia derretirme como la mantequilla en el pan caliente, él seguía
sosteniendo la flor.
—Sí, gracias —contesté cuando logré reaccionar sacudiendo la
cabeza articulando lo primero que se me ocurrió.
—Le preguntaba si podía obsequiarle esta flor.
—No estoy acostumbrada a recibir regalos de un
desconocido —intenté hablar con
un aire de orgullo mal fingido—. Pero
creo que esta hermosa flor se echaría a perder ya que no está en la planta por
lo tanto la acepto, gracias.
Tomé entre mis manos
el tulipán rosa sin bajar mi mirada de la suya, sintiendo que inconscientemente
le rocé sus dedos con los míos lo cual esperaba que no lo interpretara mal pero
creo que era más que evidente, que ambos nos habíamos estremecido al contacto.
El estar así con él
en sus brazos y sin poder moverme era una sensación que jamás creí sentir o al
menos no tan pronto, parecía que habíamos encontrado en el uno lo que faltaba
en el otro y estando así en fracción de segundos y a la vista de todos parecía
que el tiempo se había detenido sólo para nosotros, no mirábamos ni
escuchábamos nada más, todavía seguía en sus brazos y no quería moverme para
nada, sentía que las piernas no querían responderme;
—Es usted muy bella señorita, una digna representante del sexo femenino,
sin duda una criatura casi mitológica que representa la máxima expresión de la
belleza que nos vuelve locos y que ansiamos encontrar.
—¿Disculpe? —Regresé a la tierra, reaccionando y separándome de él.
—No se asuste, sólo he dicho la verdad.
—Tengo que irme.
—Perdón por mi falta de delicadeza —insistió—. Discúlpeme si la ofendí.
—No, no lo hizo —estaba un poco desconcertada—. Es sólo que sus palabras… no, no se preocupe, ¿Nos hemos visto antes?
—No, no lo creo —hablaba y me hipnotizaba con sus bellos ojos a la
vez—. De haber sido así su casa estaría
llena de flores y de cartas de amor y yo tendría a la dueña de mi corazón, algo
de lo que hasta ahora me doy cuenta.
Definitivamente este
hombre estaba decidido a evitar que cerrara la boca y que dejara de verlo, se
había propuesto a hacer que me derritiera por sus palabras, pero mostré
resistencia y continué como si nada aunque no sintiera mi cuerpo;
—Entonces… si no nos habíamos visto, ¿Por qué me mira así? ¿Por qué me observaba con tanta insistencia en la
fuente?
—Simplemente porque es usted muy hermosa, no creo que tenga nada de malo, hay algo especial en su persona que me
atrajo, es muy diferente y además es imposible no verla, no pasa desapercibida.
—Gracias… ¿Señor…?
—Leopold o Leopoldo como prefiera llamarme.
—Mucho gusto y ahora debo
irme.
—¿No va a decirme su nombre? —preguntó sosteniendo mi mano.
Esa sensación de
sentir su piel con la mía me había activado todos los músculos del cuerpo y
hasta los que no conocía, el calor sofocante se apoderaba de mí otra vez y
tratando de contener mi respiración acelerada para que no se diera cuenta de lo
que me hizo sentir le contesté;
—Leonor, me llamo Leonor.
—Es un enorme placer conocerla, Leonor —besó mi mano caballerosamente—.
Encantado, tiene usted un precioso nombre que sin duda nunca olvidaré.
¡Dios! Su voz y su
manera de ser me estaban provocando cosas que nunca había sentido y las
mariposas en mi estómago comenzaron a sentirse revolucionando todo cuando en
ese preciso momento, escuché el claxon del auto y supe que mi tío ya había
regresado y estaba esperándome;
—Debo irme Leopoldo, ya vinieron a
buscarme y de nuevo mucho gusto en conocerlo, ¡adiós!
—El placer ha sido todo mío —besó mi mano de nuevo—. Hasta pronto.
De nuevo su boca
sobre mi piel me hacía sentir que me iba a dar algo y estaba a punto de perder
el conocimiento y quedarme en sus brazos, con una ligera sonrisa me alejé de él
mientras él no se movía y no dejaba de observarme.
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