lunes, 14 de abril de 2014

Un cumpleaños inolvidable (Nieblas del Pasado 1)





—Gracias a todos por acompañarnos —dijo el tío a todos los presentes—. Para nosotros como familia de Leonor es un privilegio poder contar con la de presencia de ustedes este día, amigos y familia nos hemos reunido sólo por un motivo, celebrar el décimo séptimo cumpleaños de Leonor, quien ha sido una joya para nosotros desde el momento en que nació y de la cual, nosotros como su madre nos sentimos muy orgullosos por su belleza física e interna y por su dulce manera de ser.
Y mirándome fijamente besó mi frente y continuó:
—Feliz cumpleaños cariño.
Todos los presentes aplaudieron y tanto él como la abuela trataron de no llorar en ese momento y de no hacerme llorar a mí también, cada cumpleaños que paso mi único deseo sería que mi madre estuviera conmigo. Cuando el grupo contratado comenzó la música dio inicio la celebración, me extrañó escuchar rock and roll pero era la versión de una canción que a la abuela le gustaba “Perfidia” no se escuchaba mal en buen ritmo de forma instrumental, por lo que algunos comenzaron a moverse al ritmo de la música. Inmediatamente los pocos amigos que había conocido me rodearon para felicitarme, especialmente Ezequiel y Andrés quienes se conocían pero también rivalizaban por mí, ninguno de los dos dejaba de halagarme de manera galante y de bajarme el cielo, la luna y las estrellas como bien lo había dicho Tita, en parte me hacían sentir bien pero mi mente estaba con alguien que aún no había visto y comenzaba a desesperarme. Ellos me habían pedido que les hiciera el honor de concederles una pieza de baile pero no tenía ánimos para bailar, además que no me gustaba hacerlo porque no podía, así que me libré por un momento de eso. Los meseros paseaban los bocadillos y las copas con vino y champagne pero yo no tenía deseos de probar nada hasta saber de él. Me sentía un poco abrumada porque muchas personas querían saludarme muy de cerca y entablar una conversación conmigo, pero yo no tenía cabeza para atender a nadie, me sentía muy ansiosa y ya no podía seguir disimulando mi inquietud.
—Que solicitada eres cara —dijo un tanto sarcástica mi prima italiana Giovanna, dos años mayor que yo y la nieta mayor del tío abuelo Juan—. Por cierto, buon cumpleanno.
—Grazie, sei molto gentile —contesté en su idioma.
Y besando mi mejilla como si se tratara de Judas besando a Jesús me susurró al oído:
—Preséntame a tus amigos, la mayoría están muy guapos y hay uno en especial que ha captado mi atención.
—¿Ah sí? —Pregunté tontamente frunciendo el ceño como si supiera la respuesta—. ¿Quién?

En ese momento los músicos pararon su rock and roll y por orden de la abuela la orquesta de cuerdas comenzó a tocar el “Second waltz” de Shostakovich y aunque ya no se trataban de mis de quince o dieciséis, el tío George quiso que abriéramos la fiesta de esa manera así que lo complací para librarme de la odiosa e hipócrita Giovanna que sin quererlo, —o proponiéndoselo ella— comenzaba a arruinarme la noche. Mientras giraba al ritmo de la música en los brazos de mi orgulloso tío seguía pensando en él, definitivamente la cumpleañera era la más ausente en su propia fiesta aunque tratara de disimularlo. Cuando bailaba con George al momento se nos unió el tío abuelo Juan quien le tocó el hombro para dejarme bailar con él, a lo que George accedió gustoso, en el momento del baile los fotógrafos hacían de las suyas y yo sólo bajaba la cabeza porque no quería fotos, era obvio que no saldría feliz. Después del tío abuelo siguieron en la lista Ezequiel quien no perdió la oportunidad de tenerme en sus brazos aunque sea en ese momento y aprovechando la cercanía se deshacía en halagos para conmigo, me dijo tantas cosas bonitas que ni siquiera las recuerdo porque mi mente no estaba en la fiesta, así que mientras yo no dejaba de ver al suelo sentía como él no me quitaba los ojos de encima, sus brazo me rodeaba la cintura con fuerza y me acercó más a él sin darme cuenta, su otra mano sujetaba con delicadeza la mía y su cara casi pegaba con la mía, es por eso que preferí ver el suelo antes de que nuestras narices se rozaran, él era un chico muy guapo, de piel blanca, rubio y ojos verdes pero no me provocaba lo que Leopoldo había logrado con sólo su mirada, pensar en él me derretía por completo.
—Eres muy hermosa —decía.


—Gracias.
—No sabes las ganas que tengo de que inicien las clases, así podré verte todo el tiempo.
—No estaremos en los mismos salones.
—No importa —dijo muy sonriente—. Me bastará verte a diario, despertar sabiendo que te veré y dormir pensando en que te volveré a ver, será suficiente para mí.
Ezequiel no digas eso, yo no soy nada especial.
—Eres la chica más linda para mí. —Me miró fijamente—. Me has dejado ciego, no puedo ver a otra mujer que no seas tú y estoy decidido a conquistarte y a luchar por conseguir tu amor.
—Ezequiel yo…
En ese mismo momento Andrés nos interrumpió y solicitó su turno, tocó el hombro de Ezequiel y seriamente le pidió que le permitiera bailar conmigo, Ezequiel lo miró fijamente y por un momento pensé que el asunto acabaría mal pero no hicieron nada más y antes de provocarse, Ezequiel accedió y ahora que estaba en los brazos de Andrés sin perder tiempo si me acercó más a él, parecía que deseaba que entrara en su cuerpo.
—No voy a perder el tiempo ni voy a andar con rodeos Leonor —suspiró casi en mi rostro—. Eres una chica muy bella y me enamoré de ti desde la primera vez que te vi, voy a hacer todo lo que esté en mis manos para conquistarte y no voy a permitir que nadie se interponga en mi camino.
—Andrés no hables así que me asustas, ustedes son sólo mis amigos, no tienen porqué tener esa rivalidad.
—Si es por ti si vale la pena, eres muy diferente a las demás chicas y eso te hace única, eres una joya como dijo tu tío y yo deseo esa joya.
Andrés era un chico muy diferente físicamente a Ezequiel, era de piel canela y ojos color miel, su cabello era oscuro pero también muy guapo.
—Voy a cuidar a mi joya cuando ingresemos a la universidad —continuó—. No voy a permitir que nadie me la robe, eres muy valiosa y te quiero sólo para mí.
—Eres muy directo —lo miré fijamente—. Pero no tienes que cuidar lo que no es tuyo, yo no te pertenezco, no soy un objeto.
—No quise decir eso, sólo secundo lo que tu tío dijo y estoy muy de acuerdo en eso.
—Yo también estoy de acuerdo en eso —dijo una voz que hizo saltar mi corazón, estremeciendo mi piel y reaccionando drásticamente a él. 
Andrés se giró para ver muy molesto quien había osado interrumpir nuestro baile y yo no pude disimular mi emoción, mi respiración se aceleró y una enorme sonrisa se dibujo en mi cara.
—¿Me permite bailar con la señorita? —le preguntó un impecable Leopoldo seriamente a Andrés.

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